23 junio 2011

Río Negro

Cuando la noche por fin llega al lago Hanabanilla,
el cielo del Escambray comienza a mecerse
hasta que logra dar una vuelta de campana.
Entonces lo barcos pasan a ras de las nubes,
flotando sobre los estratos y el humo,
como si quisieran darle alcance
a un verano que nunca llegó a cruzar
la frontera de farallones, cafetales y espesura.
Solo el río Negro sabe lo que pasa
debajo del agua.
No existe otro testigo.
Nadie más conoce ni ha visto
a los que viven
allá abajo,
en las casas líquidas del valle.
 
Mientras la materia se desvanece
y prosigue
el avance porfiado
de la masa de agua,
aquí,
en este imperceptible recodo,
hay un testigo que hace silencio
y espera sin inmutarse
a que las cosas vuelvan a estar en su lugar.

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