En el colmado Naco, ese que está justo en la esquina donde nace la calle Tetelo Vargas, hay un hombre que dice adiós todas las tardes. A partir de la seis se le puede encontrar allí, con una botella de ron en una mano y las piernas entreabiertas (en procura del mayor agarre al suelo), despidiéndose de todos los que pasan.
En las Cuatro Esquinas de Manicaragua, esa coordenada donde confluyen todas las salidas del pueblo, Setién le decía adiós a los que pasaban en cualquiera de las direcciones. El borracho dominicano, como el cubano, es largo y flaco. Pero hay un punto donde su largura se dobla, como una caña al viento.
Un día Setién desapareció y, es casi seguro, ninguno de los viajeros que pasaban en dirección a Santa Clara, Cumanayagua o Trinidad le echó de menos. En honor a la verdad, los cuatro puntos cardinales de aquella esquina se veían más pulcros sin él. Algo semejante ocurrirá con el borracho del colmado Naco.
Aun así, sus grotescos ejercicios de equilibrio, sus manotazos al aire y el olor que le sacan a cada botella, serán recuperados; siempre aparece alguien que los reemplaza, nunca falta quien se identifica con sus pesares y los encarna.
1 comentario:
Me encanto leer todo lo que cuentas.
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