Este viejo texto era parte de Gas Car, un poemario que fue creciendo hasta convertirse en Los trenes no vuelven. Era una época en que yo escribía unos textos larguísimos. Por eso me imagino que su brevedad lo acabó condenando. Se lo dedico a Carlos Pintado, que por estos días me ha sorprendido con sendos hallazgos arqueológicos.
Una locomotora sola pasó en la madrugada
en una dirección que no adivinamos.
Se estremecía como un avión
que está a punto de tocar tierra.
Su silbato sonaba con la urgencia
de un barco que se hunde.
Yo soñaba con la nieve
y un aire muy frío entró por los postigos.
Tú te levantaste a beber agua
y yo, a tientas,
busqué la forma de saber la hora.
Poco después amaneció
y ninguno de los dos dijo más nada.
Preferimos que la locomotora sola
fuera un misterio,
una de las tantas cosas
entre nosotros
que debían seguir sin tener una explicación.
4 comentarios:
Imagínate como deben estar aprendiendo a manejar los palos en las FAR. Llegó la hora de cambiar los viejos tanques rusos por carritos de golf.
Bello texto
Camilo, este poema es bellísimo. Misterioso. Te felicito. Un abrazo. Soy José Félix León.
Ya no puedo pararme frente a una estación de trenes sin acordarme de ti y tu linda obsesión. Gracias!!!! te quiero. Siempre fuiste y eres TAN BELLO.
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