Alex Fleites mi invitó a recordar, "alrededor del fuego de la amistad", a Bladimir Zamora Céspedes. Esta es mi contribución al dossier que él coordinó para On Cuba.
El reencuentro con Bladimir y Sigfredo Ariel, después de 10 años sin vernos. No sabíamos que era la última vez que nos abrazaríamos. La Habana, septiembre de 2011. |
La Gaveta no era una casa, no tenía las condiciones mínimas para serlo, era un refugio donde muchos de mi generación le solíamos pedir asilo al Bladi. Allí escapábamos de la Cuba real y conocíamos una Cuba que ya solo existía en la memoria colectiva y en muchos libros y discos que él atesoraba allí.
Entre aquellas paredes en peligro de derrumbe oí por primera vez a Celia, Portabales, Machito, Graciela, Cachao, La Lupe, Machín y un sinnúmero de sonidos esenciales que habían permanecido en silencio por décadas. Allí también aprendí a oír de verdad a Beny, Matamoros, Arsenio, María Teresa, la Aragón…
La última vez que fui a La Habana, Diana y yo llevamos a Bladimir hasta el pie de la escalera de La Gaveta. Apagué el carro y salí. Cuando Bladi se perdió en la oscuridad, miré al balcón y me despedí también de aquel espacio vital para mí. Sabía que no volvería a ver a ninguno de los dos.
Gracias a iTunes, he podido recuperar los discos que conocí junto a Bladimir, mientras compartíamos lo que hubiera (desde rones de la peor calaña hasta buenos whisky, que también conocí allí). Los oigo a menudo. Antes, siempre me aseguro de servirle un trago al Bladi que suele caer sobre la bruma del Cibao.
“Gracias, compay”, le digo mientras levanto mi vaso. A mis 53, el fuego no se apaga.
1 comentario:
Lindo recuerdo hermano...
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