Los esbirros que lo retuvieron y secuestraron sus obras (como antes secuestraron los manuscritos de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, por solo citar a dos de los más importantes escritores cubanos del siglo XX), violaron sus más elementales derechos y, de paso, a la ripiosa constitución cubana.
Los que llaman mercenario a Luis Manuel, se equivocan. En verdad es un joven con una incontenible necesidad de crear en un país en el que hay que pedir permiso hasta para tener imaginación. Quien le llama marginal, sin embargo, puede que tenga razón. Al final, todo el que no aplauda a la dictadura lo es.
Por eso me parece tan indignante el silencio, la complicidad, la cobardía o todas esas cosas a la vez de los escritores y artistas cubanos que aún no se han pronunciado a favor de la vida de Luis Manuel. Hasta para ellos es importante que viva, pero nadie lo necesita más que el futuro de Cuba.
Esa caricatura de país, esa finca privada y esa sociedad muerta solo volverá a ser una nación el día que un cimarrón como Luis Manuel pueda andar por su isla como un hombre libre. Es admirable que, ya al borde de la muerte, todavía le quede esperanza dentro del cuerpo.
El artista es él. Y eso es lo que más impotencia les da.
2 comentarios:
Amén
¡Amén!
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