El 25 de julio de 2011 yo era un individuo que solo pensaba en la suma de todos sus fracasos. Después de tomar una mala decisión tras otra, me encontraba en un callejón sin salida en la parte más oscura del Santo Domingo colonial. Entonces, de la manera más impensable, me alumbraron sus ojos azules.
Dos meses después estábamos parados frente a este portón. Aunque ya era el quinto día de nuestra vuelta a Cuba, todavía nos quedaba una estricta reserva de Brugal Extra Viejo. Apenas nos conocíamos, en verdad sabíamos muy poco el uno del otro, pero brindamos por nuestro futuro.
Hoy encuentro un increíble parecido entre ese paisaje de El Nicho, en mi Cienfuegos natal, con el entorno que nos rodea en Quintas del Bosque, el sitio donde encontramos la Loma de Thoreau y construimos todo lo que queremos dejarle a nuestros hijos y nietos.
La noche que nos conocimos le dije que sus ojos me fascinaban y, sin darle tiempo a reaccionar, le di un beso. Hoy no hay un centímetro de ella que no me fascine, aún trato de darle besos antes de que pueda reaccionar. Tardé 44 años en encontrarla. Parecería demasiado si no les digo que he logrado ponerme al día.
Sé que la fecha puede prestarse a suspicacias, pero juro que aún el reloj no había dado las doce. Quizás por eso hemos podido cumplir todo lo que prometimos y, lo que es mucho mejor aún, tener la capacidad de hacer realidad nuestros sueños.
Un día como hoy, hace 7 años, conocí a Diana de los Ángeles Sarlabous Sosa. Desde entonces soy el hombre más feliz del mundo.
1 comentario:
Muchas felicidades, sigue enamorado y transmitiendo tu alegría y así otros cubanos como tu, aquí en Dominicana nos contagiamos. Gracias.
Pedro Ruiz
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