Ahora sus apellidos suenan lejanos, borrosos: Domínguez, Robaina, Lage, Díaz Roque… Para ganarle la carrera a sus antecesores, el delfín de Raúl tuvo que pasar muchos años a la sombra, prácticamente en estado de hibernación. Su corta luz y su larga paciencia fueron sus cartas de triunfo, por ellas está donde está.
Ahora su nombre debe ser tallado junto al de Osvaldo Dorticós, el presidente nominal de Cuba entre el 17 de julio de 1959 y el 2 de diciembre de 1976. Una línea de Guillermo Cabrera Infante basta para resumir la vida de Dorticós: “Su carrera fue un juego de damas aunque él siempre creyó que jugaba al ajedrez”.
Siete años después de haber sido liberado de su imaginario cargo (Fidel Castro no dejó de presidir el país ni un minuto), el 23 de junio de 1983, Osvaldo Dorticós se suicidó física y moralmente. Desde entonces, el régimen solo le cede espacio en el olvido y en unas pocas fotos donde aparece junto al Comandante en Jefe.
En su nuevo cargo, Miguel Díaz-Canel debe darle legitimidad a una dictadura cada vez más ilegítima. Por eso han puesto junto a él a un selecto grupo de negros, mujeres y obedientes. Ellos posarán siempre delante de los que en verdad mandan: algunos pocos militares, hijos, sobrinos y hasta yernos.
Como Dorticós, Díaz-Canel dará la impresión de estar jugando al ajedrez; pero en su tablero solo habrá peones, jamás podrá tocar un caballo, un alfil o una torre. Cuba no tiene un nuevo presidente, se equivocan los diarios que anuncian el fin de la era de los Castro.
Es solo un testaferro y estará ahí hasta que le coman todas las fichas.
1 comentario:
cubagob.cu no está accesible pero pcc.cu si.
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