Se
repite en enero como si todavía
noviembre
pudiera entrar
por
una ventana.
El
olor de la tarde,
ese
persistente airecito
que
apaga el resto
de
los sonidos
para
que se oiga
el crujir de las ramas,
el crujir de las ramas,
la
respiración de las ollas
y
el eco
casi
imperceptible
de
la gente que dice cosas
sin
la más mínima importancia.
El
olor de la tarde
es
todo lo que recordaremos
de
este momento
en
que volvemos a casa
para
que empiecen
las
costumbres de la noche.
Mañana,
pasado,
la
semana que viene
o
dentro de mucho tiempo,
nos
seguirá recordando
lo
que somos.
Cuando
ocurra otra vez
y
deje que enero entre
por
una ventana de mayo,
justo
después
del
primer aguacero,
el
olor de la tarde
volverá
a darle sentido
a
nuestro regreso a casa.
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