La
neblina no es esa pared
que
ahora mismo
no
nos deja avanzar
más
allá del palo amarillo.
Tampoco
el sigilo,
húmedo
y acucioso,
que
entra en la casa
sin
pedir permiso
y
registra
todos
sus rincones.
Menos
aún el silencio
que
se queda
a
oír nuestra música
o
el aire frío que tirita
junto
a la chimenea.
La
neblina es todo
lo
que buscábamos
cuando
ninguno
de
los dos
sabía
de este lugar
y acabamos
encontrándonos
a
nosotros mismos.
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