10 septiembre 2014

El patchworking de Diana

En diciembre del año pasado, Ana Rosario nos regaló dos libros de Thoreau: Walden y Cartas a un buscador de sí mismo. Eso provocó una obsesión en Diana, quien se propuso leer o releer toda la obra del naturalista y agrimensor norteamericano.
Al cabo de un año, y después de verla pasar mucho tiempo a solas con Henry David, puedo asegurarles que Diana es otra mujer. La financiera que conocí buscaba ávidamente su lugar en el mundo; ahora, gracias al autor de Musketaquid, creo que ha empezado a encontrarlo.
Ayer, cuando llegué a casa, me dijo que me tenía una sorpresa. Era un texto. Lo escribió después de leer una página de El Diario de Thoreau. Estaba feliz y saltaba como una niña. Por primera vez en su vida había puesto por escrito algo que no fuera un informe estadístico, un análisis económico o un email de trabajo.
Como su pequeña viñeta a mí también me produjo mucha alegría, decidí compartirla en El Fogonero. 



“El mercado fija, como el tiempo, el precio de las cosas.
Nosotros fundamos el aprecio de aquello junto a lo que vivimos y amamos”
Luis García Montero

Mi botella de cristal de Bohemia me costó 10 dólares en un especial. Se trataba de una joyería en San Cugat del Vallés, una pequeña ciudad catalana a quince minutos de Barcelona. Sus dueños habían decidido cerrarla y estaban liquidando toda la mercancía. Ahí la encontré.
En ese momento no tenía nada que hacer con ella. Mi hogar era demasiado estrecho para presumir de un objeto como ese. Por alguna razón inexplicable, decidí aprovechar la oferta. Al llegar a casa la llené de un ron que habíamos llevado desde Santo Domingo. 
Durante 15 años el ron se mantuvo intacto en la botella. En 2011, construí un nuevo hogar junto a Camilo Venegas. Pocas cosas vinieron de mi vida pasada. Pude desprenderme de casi todo pero, por alguna extraña razón, rescaté mi botella de cristal de Bohemia.
Sigue llena de ron. Pero ahora apenas dura unas semanas y vuelve a llenarse, sube las escaleras, disfruta de la terraza y hasta de vez en cuando se ha caído borracha. 
En la última caída perdió un pedazo, pero sigue siendo una bella botella de cristal de Bohemia. Solo que ahora hay una gran diferencia, está viviendo la vida para la que fue hecha.
Diana Sarlabous
9 de septiembre de 2014

4 comentarios:

Alejandro Aguilar dijo...

Me alegra mucho estar entre los primeros testigos de esta magnífica nota. Más aun, por razones de ego, aparecer en esas líneas, aunque sólo los 'entendidos' sabrán dónde. Pero mucho más todavía, me entusiasma la certeza de que vendrán otras notas como esta. Diana es una mujer en constante lucha por hacer germinar su sensibilidad, su capacidad intelectual de trascender ese mundo de números e implacable lógica de su profesión. ¡Arriba mi cuña!

Osmani Baullosa Acosta dijo...

Hacía tiempo no compartía un post de tu Blog. Me gustaría compartir este. Diana podría escribir mil cosas más, pero no podría haber tenido mejor inicio. Gracias por compartirlo.

Ileana Medina Hernández dijo...

Dios! A mí me marcó también el post sobre la cabaña que Camilo Venegas Yero escribió cuando la hija le regaló el libro de Thoreau.
Muy fuertes las resonancias que podemos tener con personas que apenas conocemos.
Gracias.

Angelamaria19 dijo...

Quién sino Thoreau podría despertar el alma de de cualquier persona que sumergida en el la cotidianidad del y la prisa del mundo en que el cada día nos movemos, sin apenas nos percatemos del transcurrir del tiempo y de la vida misma, haciéndonos olvidar el verdadero significado y esencia de de esta.
PD: Dile a Diana que se lea algunos de los ensayos de Montaigne, se que le gustaran.