al hombre de los pies
hasta el cuello.
Su cabeza perdida,
enterrada en el polvo
o en un campo de maíz,
sigue acechando
a sus antiguos enemigos.
No lleva pistolas
y no necesita del caballo.
Desde un lugar desconocido
despliega a los temores
como si fuera el viento,
los relámpagos o la obstinada
persistencia de la sequía.
Enterrada entre el polvo
o en un campo de maíz,
la cabeza perdida sigue al mando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario