Las cosas que dice Guillermo Rodríguez Rivera me suelen importar muy poco. Para mí no es más que un anciano retorcido en las babas de un régimen que agoniza. Nunca fue mi profesor de literatura, me cuentan que en eso sí era muy bueno.
Hay un chiste suyo que me da mucha risa. Lo he repetido incontables veces. Lo hizo mirando a Buenos Aires de madrugada, desde la ventanilla de un avión. Fue producto de su asombro al ver una ciudad tan iluminada. Es comprensible, venía de La Habana en penumbras.
Jamás entro a Segunda Cita, me deprime el Silvio Rodríguez actual. Para salvar al trovador que tanta influencia ejerció en mí, me abstengo de la obra de ese Silvio que solo está unos pasos por detrás de Kcho en ridiculez y guataquería. Me enteré de los ataques de Rodríguez Rivera a Dilla Alfonso por un email.
No me voy a meter en la discusión entre ambos, creo que a Haroldo le sobran razones y talento para desmontar, palabra por palabra, los endebles y enquistados argumentos de Guillermo. Solo me aprovecho del incidente para hacer pública mi admiración por Haroldo.
Los amigos que nos conocen saben que tuvimos muchas discusiones. Ambos somos muy apasionados y nos dijimos de todo las veces que no nos pusimos de acuerdo en algo. Llegamos incluso a dejar de saludarnos hasta que un día, por Twitter, nos mandamos un abrazo.
Nuestros desencuentros nunca impidieron, por ejemplo, que yo compartiera las colaboraciones de Haroldo en Cubaencuentro. Estuviera de acuerdo o no con lo que decía, siempre valoré su manera honesta, lúcida e imprescindible de pensar a Cuba.
Guillermo Rodríguez Rivera, acostumbrado como está a la táctica del régimen cubano de atacar al cuello la reputación de sus adversarios, sugiere que Haroldo Dilla Alfonso es un fascista y que cumple órdenes de Henrique Capriles. Me resisto a citar sus panfletarias palabras, pongo el link para que el quiera arriesgarse.
Esta semana supe que Haroldo y su inseparable esposa se fueron a Chile. Se notará su ausencia en República Dominicana, donde luchó como pocos, en la frontera de la miseria y el olvido, para que los más silenciados e invisibles tuvieran una voz y fueran advertidos.
Quiero que se entienda bien que, cuando digo esto, no me refiero a su condición física sino a la de sus ideas: Ya quisiera Guillermo Rodríguez Rivera ser un hombre tan derecho como Haroldo Dilla Alfoso.
Hay un chiste suyo que me da mucha risa. Lo he repetido incontables veces. Lo hizo mirando a Buenos Aires de madrugada, desde la ventanilla de un avión. Fue producto de su asombro al ver una ciudad tan iluminada. Es comprensible, venía de La Habana en penumbras.
Jamás entro a Segunda Cita, me deprime el Silvio Rodríguez actual. Para salvar al trovador que tanta influencia ejerció en mí, me abstengo de la obra de ese Silvio que solo está unos pasos por detrás de Kcho en ridiculez y guataquería. Me enteré de los ataques de Rodríguez Rivera a Dilla Alfonso por un email.
No me voy a meter en la discusión entre ambos, creo que a Haroldo le sobran razones y talento para desmontar, palabra por palabra, los endebles y enquistados argumentos de Guillermo. Solo me aprovecho del incidente para hacer pública mi admiración por Haroldo.
Los amigos que nos conocen saben que tuvimos muchas discusiones. Ambos somos muy apasionados y nos dijimos de todo las veces que no nos pusimos de acuerdo en algo. Llegamos incluso a dejar de saludarnos hasta que un día, por Twitter, nos mandamos un abrazo.
Nuestros desencuentros nunca impidieron, por ejemplo, que yo compartiera las colaboraciones de Haroldo en Cubaencuentro. Estuviera de acuerdo o no con lo que decía, siempre valoré su manera honesta, lúcida e imprescindible de pensar a Cuba.
Guillermo Rodríguez Rivera, acostumbrado como está a la táctica del régimen cubano de atacar al cuello la reputación de sus adversarios, sugiere que Haroldo Dilla Alfonso es un fascista y que cumple órdenes de Henrique Capriles. Me resisto a citar sus panfletarias palabras, pongo el link para que el quiera arriesgarse.
Esta semana supe que Haroldo y su inseparable esposa se fueron a Chile. Se notará su ausencia en República Dominicana, donde luchó como pocos, en la frontera de la miseria y el olvido, para que los más silenciados e invisibles tuvieran una voz y fueran advertidos.
Quiero que se entienda bien que, cuando digo esto, no me refiero a su condición física sino a la de sus ideas: Ya quisiera Guillermo Rodríguez Rivera ser un hombre tan derecho como Haroldo Dilla Alfoso.
6 comentarios:
A estos elogios dedicados a Haroldo Dilla, podría sumar algunos más. Pero me quedo con la añoranza de aquellas discusiones a las que se refiere Camilo Venegas Yero. Sangradas, a veces ofuscadas y siempre muy bien salpicadas de ron, pero siempre honestas.
ERES ELEGANTE HASTA PARA INSULTAR AL JOROBAO DE MIERDA ESE.
El servilismo de tantos años termina jorobando la espalda...
Las palabras de Camilo no solo son justas, son necesarias para señalar las distancias entre dos personas con éticas muy diferentes. Mientras uno piensa, reflexiona y asume el riesgo; el otro se retuerce y lame al poder entre rones y cotilleos con sus alumnas. Haroldo Dilla es un intelectual, el otro, es un desecho del poder.
Muy merecido.
Bueno compadre... Al Cesar lo que es del Cesar... Y el cochayuyo no es carne!
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