Nadie
cuenta mejor esta anécdota que Norberto Codina, quien fue testigo presencial y
la recrea con los más deliciosos detalles. El investigador cubanoamericano
Roberto González Echevarría estaba de visita en Cuba. Alguien preguntó por él
en una reunión de intelectuales y Miguel Barnet reaccionó desconcertado.
—Se
ha ido para el interior —dijo, confundido, el autor de Cimarrón—. Quería conocer a un tal Marrero.
El
humorista Enrique Núñez Rodríguez, quien también estaba presente, se sintió en
la obligación de hacer una aclaratoria:
—Miguelito,
ese tal Marrero, se llama Conrado, Conrado Marrero, el Guajiro de Laberinto, el
Lezama Lima de la pelota cubana.
El
pasado miércoles, en vísperas de su cumpleaños 103, falleció en su casa una de
las más grandes leyenda del béisbol latino de todos los tiempos. Fue lanzador
de los Senadores de Washington, en Grandes Ligas, y del Almendares y la Habana en
la liga profesional cubana.
Como
el béisbol es también una ciencia exacta, la trayectoria de Connie —que así era
como le llamaban en el Big Show— puede consultarse con lujo de detalles en las estadísticas
disponibles en Internet. Lo intangible, lo que perdimos para siempre, es esa admirable
tenacidad con la que Marrero agarraba al destino entre sus nudillos.
El Guajiro de Laberinto es inmortal, eso ya lo sabíamos hace tiempo, pero no por eso deja de hacernos parecer más pobres su retiro oficial de la vida.
El Guajiro de Laberinto es inmortal, eso ya lo sabíamos hace tiempo, pero no por eso deja de hacernos parecer más pobres su retiro oficial de la vida.
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