28 abril 2013

Kafkiana


Bladimir Zamora está hecho para vivir apenas con lo más imprescindible. Su casa, como la de Gastón Baquero en Madrid, solo tiene “una mesa y otros cuantos artilugios”. En el apartamento de Gastón, como en la de Bladimir en La Habana, habían muchas cucarachas. Vivían de comer libros y restos de pan con dulce de guayaba.
En La Gaveta, en la calle Monserrate, dentro de un edificio que ya ha sido declarado en “estática milagrosa”, conviven con el Bladi las cucarachas más habaneras (se han engullido tomos enteros de Casal, Martí, Roig de Leuchesenring…).
Las capas de polvo sobre los libros y los objetos describen las décadas, una por una, hasta llegar a la del 2000, que es la que yo me perdí, la que cuenta mi ausencia. Entre las cosas que se han conservado por años y años, está la botella de whisky que fue convertida en candelabro.
La cera derretida de las velas ha ido cayendo sobre los libros que están más abajo hasta hacer un pozo sobre La metamorfosis, de Franz Kafka. Es la vieja edición de Arte y Literatura. Está comida por el lomo y hace tiempo que no se abre, gracias a eso han podido desovar allí las cucarachas.
En la misma calle de Bladimir, unas cuadras más abajo, en dirección al mar, unas cucarachas enormes subieron por las paredes del Museo Nacional de Bellas Artes. Fue en 2009, durante la Bienal de La Habana. Se trató de una instalación de Roberto Fabelo que se llamó Sobrevivientes.
A diferencia de la familia de Gregorio Samsa, los habaneros no tienen entre sus prioridades deshacerse de las cucarachas. Cuando se vive con lo imprescindible, dentro de los espacios más precarios, parece haber espacio para todas las criaturas, incluso las más aborrecibles.

4 comentarios:

Carla Inés Pérez dijo...

Yo doy fe de ello. Tanto es así que yo incluso hoy no me atrevo a matarlas, incluso les defiendo la vida. Recuerdo las maravillosas cosquillitas que hacen de noche, cuando me caminaban por la espalda. I love Cockroaches, "roaches" de cariño. Además, solo un adulto que creció sin conocer el cuento de La Cucarachita Martina, podría ser tan insensible cómo para matar una cucaracha.

Anónimo dijo...

Les enviare todas las que aparezcan por mi casa. Mandenme su direccion.

Blanca Acosta dijo...

¡Qué crónica!

Anónimo dijo...

colega, si te puedo llamar así pues soy cubano también, como me gustaría conocerte y agradecerte por tus relatos y opiniones. también me haces llorar con tus escritos