20 abril 2013

Que besarse no sea una condena


(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)

La Constitución de República Dominicana no los prohíbe en ningún capítulo, pero muchos agentes del orden son muy estrictos en eso. Pocas violaciones de la Ley, incluso algunas de las más graves, provocan una respuesta tan rápida y severa como los besos en público.
Se desconocen los orígenes de esa persecución despiadada a los enamorados, esos que se desinhiben y se dan una muestra de cariño en público. Pero con toda seguridad es obra de alguno de los tantos caudillos o de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, donde tantos y tantos males se convirtieron en cultura oficial.
Lo curioso es que ninguno de los gobiernos democráticos se ocupara de desmontar semejante irracionalidad. Por décadas y décadas nadie se ha tomado el tiempo de explicarle a la policía que un beso no es un delito sino una prueba de amor.
Hace dos años, una pareja de enamorados haitianos —aún anónimos, ojalá que todavía felices— vendían celulares en plena calle. Estaban tan enamorados que no resistieron la tentación de darse un beso. La represión policial de la que fueron víctimas escandalizó a muchos. Algunos de ellos decidieron convertir su indignación en amor, así fue que convocaron a la primera edición del Besatón.
Según sus organizadores, se trata de “un intercambio lúdico-político de movilización, que invita al beso para exaltar el valor del ejercicio libre de la sexualidad y el derecho a una vida libre de violencia; entendiendo como violencia las actitudes homofóbicas, machistas, racistas y sexistas, entre otras”.
Justo después de esa afirmación, se hacen una pregunta: “¿Qué hace de un beso público una especie de transgresión en nuestra sociedad?”. Antes de que algún experto en conservadurismo tratara de respondérsela, ellos prefirieron tomar el Parque Independencia y, para rendirle homenaje a su nombre, declararse en apasionada rebeldía.
Decenas de dominicanos, de todos los colores, sexos y edades acudieron al llamado. Al compás de las consignas más amorosas que se puedan oír, se empezaron a dar besos con ardor o cariño, besos de amistad o besos de solidaridad, besos de extrañeza y hasta besos por azar. Conjugados con todos los verbos y tiempos posibles, los besos se sucedieron sin parar.
Una de las escenas más inolvidables de la historia del cine, es esa de Cinema Paradiso donde se proyectan en una pantalla todos los besos que la censura más irracional le había cortado a las película. Durante décadas, el cura del pueblo había logrado arrancarle el momento cumbre del amor a todos los filmes que vieron sus feligreses.
Abrazo tras abrazo, beso a beso, se arma una secuencia que construye, como un rompecabezas, el mensaje final de Giuseppe Tornatore. El Besatón 2013 es también eso, un mensaje de los dominicanos que prefieren la tolerancia a la represión insensata y fundamentalista. Un gesto de amor en respuesta al lado más absurdo de la violencia.
En los últimos años, muchos delitos reales (desde desfalcos al Estado hasta violaciones flagrantes de la Ley) han quedado impunes. Las autoridades se han hecho de la vista gorda o han mirado para otra parte. Tanta fue la impunidad, que la sociedad reaccionó con un amplio movimiento de protestas.
Los besos en público, en cambio, aun sin estar prohibidos por la Constitución, generan una respuesta inmediata y enérgica de las autoridades. ¿A qué se debe esto, cuál es el origen de semejante perversión? Antes que ponerse a responder esas incómodas preguntas, los organizadores del Besatón 2013 prefirieron acudir al afecto.
“La gente está invitada a besar a otras personas que esté de acuerdo, porque sí, o por algún motivo específico. Estaremos desde las tres de la tarde en la Puerta del Conde repartiendo besos y abrazos. Desde ahí partiremos hacia una caminata amorosa por la calle El Conde, y en el transcurso de la misma, habrá interpretaciones artísticas. Al final tendremos algunas sorpresas”, decían en la convocatoria.
Dominicanos como esos se necesitan para construir un país donde robar sea un delito y besarse no sea una condena.

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