
El último cartero que conocí fue el del Paradero de Camarones. Isidro era un hombre zambo y lentísimo que recorría mi pueblo con las manos llenas de periódicos del día anterior, revistas de la semana pasada y publicaciones soviéticas de quinquenios vencidos. Isidro andaba en una yegua que lucía más cansada que él y llamaba a todos con una misma frase: “¡Preeeeensa!”.

Esto me obliga a detener al menos por una semana la lectura de El autobús perdido, una obra de John Steinbeck que encontré el supermercado, justo al lado de una oferta de vinos de California, que es donde sucede la historia. Me sedujo la coincidencia y la portada, que tiene una foto bellísima de una vieja "camberra", aquellas ruidosas guaguas que iban de Cienfuegos a San Fernando.
Más adelante les comento qué me pareció la novela que pone fin a “la triología cubana de Abilio Estévez”. Ahora sólo hago el acuse de recibo, mientras comparto mi alegría por haber visto otra vez a un cartero en persona.
Más adelante les comento qué me pareció la novela que pone fin a “la triología cubana de Abilio Estévez”. Ahora sólo hago el acuse de recibo, mientras comparto mi alegría por haber visto otra vez a un cartero en persona.