La Estación de Isabela de Sagua tiene un cartel donde dice que el pueblo se llama Concha. En casi dos siglos nadie corrigió el equívoco. Sólo Eloy Aparicio, el antiguo Jefe de Estación, se preocupaba de advertir a los viajeros.
–¡Han llegado a Isabela de Sagua! –Le gritaba a los recién llegados–. ¡Dice Concha, pero es Isabela de Sagua!
Aparicio se jubiló al cumplir los setenta años. Tenía sacro lumbalgia y los médicos le indicaron reposo. Pero no pudo dejar de correr al andén cada vez que oía al tren pitando por las salinas. Tres veces al día el pequeño anciano cumplía rigurosamente con aquella misión que nadie le había asignado.
–¡Han llegado a Isabela de Sagua! –Gritaba con puntualidad, sin importar aguaceros o frentes fríos–. ¡Dice Concha, pero es Isabela de Sagua!
En octubre pasado un ciclón destruyó lo poco que quedaba de la Venecia de Cuba. Las ruinas de las inmensas casas de maderas que aún se sostenían por los canales del pantanoso lugar, fueron arrastradas con facilidad por los fuertes vientos. El pueblo, que carecía de plataforma, se hundió en el mar entre un fragor de gritos de protesta, de insultos, de maldiciones, de glugluteos y de ahogados susurros.
Aparicio fue uno de los pocos que logró sobrevivir. Se levantó en cuanto aclaró el día. Con un par de vistazos a su alrededor pudo comprobar que ya no le quedaba nada en este mundo. Pero aún así, no pudo resistir la tentación de correr cuando oyó, vago, perdido en el cielo todavía lleno de nubes, el primer pitazo.
–¡Vuelvan! ¡No han llegado a ninguna parte! –Gritaba–. ¡Aquí no queda ni Concha, ni Isabela de Sagua!
4 comentarios:
No sabía que Isabela de Sagua había desaparecido a merced de un ciclón. Estuve allí en mi infancia y sí, recuerdo un montón de casas sobre pilotes y que comí un pescado riquísimo.
Lástima que ya no queden Venecias en Cuba.
Camilo, no puedo negar que me he reído al leerte. Presentas a Isabela como un sitio irreal, efímero y bamboleante como sus palmeras.
¿Cómo se llama, por cierto, la novela de Reinaldo Arenas donde la Isla entera sale a navegar y termina hundiéndose?
La metáfora de isla de corcho, sin embargo, nos viene bien... Parece que nos hundimos, pero seguimos a flote. Isabela no es Concha, ni Venecia, pero sigue ahí, vegetando por el nutritivo salitre del mar, oxidadas sus raíces quebradizas pero bien anclada aunque parezca irse con la pleamar.
¿Sabías que los isabelinos se han resistido, después del ciclón Kate, a mudarse a un sitio mediterráneao denominado "Isabela Nueva", entre vacas y edificios de hormigón, un enclave sin la poesía de lo pastoril?
Y por último, ¿sabes por qué la estación de Isabela ha llevado el nombre de Concha durante más de ciento cincuenta años?
Si conoces la respuesta de la última pregunta, también sabrás por qué somos tan aficionados a los olvidos y a dejarnos flotar, inconsecuentes, sin que duela de antemano el golpe de los ciclones...
Un saludo mío, desde Sagua la Grande.
Me gusto mucho tu escrito sobre Isabela de Sagua. Soy tataranieto de su fundador. Me fui ya hace 24 años con 10. Cuando volví en el 1998 pensé que un gigante había arrancado el pueblo de cuajo. Fue triste. El patio de mi casa y mi calle estaban vedadas por Guardafronteras y el muelle donde jugaba me estaba prohibido entrar a ver. Fue un shock muy grande. Ya hace 3 años casi que no voy. No creo que sea bueno volver a ver en lo que se ha convertido. Esta repleto de personas que no son de alli que incluso cuestionan sí tu lo eres o no. Muy triste y muy acabado todo y todos.
Eugenio.
Conmigo ,aqui en Miami,trabaja un ciudadano ilustre de Isabela de Sagua,es nieto de Cubano y de Irlandesa,vaya mezcla para un pueblito tan chiquito,que gracias a mi ignorancia,ni sabia que existia,pero que gracia a este hijo ilustre de dicha poblacion (de lo cual se siente orgullosisimo) he podido conocer.
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