28 febrero 2025

Los vagones abandonados del Gran Circo Santos y Artigas


(De Papel carbón, publicado por Libros del Fogonero)

Nunca más los volvieron a mover,

permanecieron apartados

hasta que la hierba y el salitre

los borraron del paisaje.

Después de llevar 

asombro, sustos y alegría

por toda la isla,

aquel tren fosforescente

fue ocultado en una vía muerta

al final de la ensenada.

Con tantas metas que cumplir

como tenía el país,

no había lugar para la recreación.

 

Los pueblos aplaudían eufóricos

cuando lo veían pasar,

la locomotora pitaba sin cesar

mientras desfilaban jaulas 

con fieras, 

caballos, 

focas 

y elefantes.

Luego pasaban los coches 

donde vivían

trapecistas, 

domadores, 

payasos, 

magos, 

tragafuegos, 

enanos 

y la solitaria mujer barbuda.

Todos iban diciendo adiós

con medio cuerpo

fuera de las ventanillas.

Por último, el caboose,

donde un vigía 

se aseguraba

de que el convoy

estuviera completo y ninguna 

de las atracciones saltara,

ni las bestias 

ni los monstruos.

Los que llegaron a ver al circo,

siguen llamando a la alegría,

al asombro y a los sustos

por su nombre.

Los que le dijeron adiós

a los artistas,

nunca más 

aplaudieron tanto

por nada que los hiciera 

de verdad tan felices.

 

Como a los vagones abandonados

del Gran Circo Santos y Artigas,

la hierba y el salitre acabaron 

por borrarlo todo.

Nunca más hubo lugar

para la recreación,

incluso cuando tampoco

quedó meta que cumplir,

ni país.

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