Esperamos por ella en el andén
de la estación de Maidenhead,
mientras veíamos pasar,
uno tras otro,
esos apurados convoyes
que buscan el mar
al final de la niebla.
Retrocedió perezosamente
y esperó la hora exacta
para volver a internarse.
La burra de Marlow
no busca el mar
sino los recodos del río,
esos que le van señalando
los cisnes salvajes
y las reses que permanecen
hundidas en el agua.
Aquel viejo tren,
lento y soñoliento,
supo llevarte de regreso.
Aún no sé cómo se las arregló
para que el caudaloso Támesis
se pareciera tanto
al moribundo Arimao.
Pero lo cierto es que logró
convencerte,
sentiste exactamente
lo mismo
cuando cruzaron el puente
y, con la misma ilusión
que solías decirlo,
te pusiste de pie
para avisarle a Diana
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