Habían advertido una mañana
inusualmente fría
para esta época del año.
Y en efecto,
el Sol
ha estado esquivo,
como sin temiera interrumpir
el discurso
de una fina y pertinaz llovizna.
Pero ella le hizo caso omiso
a todas esas señales
y salió a la calle
para seguir sembrando.
Se le ve decidida a defender
su territorio
de las inclemencias.
Golpea la tierra
con una pequeña pala,
cava lo más hondo que puede
y luego escarba
para hacerle lugar
a las raíces de las plantas
que tiene consigo.
Dispone de muy poco espacio,
pero ha logrado que todo
a su alrededor florezca.
Parece estar convencida
de que el futuro de la primavera
al menos en Cambridge,
depende de ella.
1 comentario:
Sembraremos nomeolvides en los techos de los trenes, de cada tren, y cuando pasen por las rutas marcadas por ingenieros y soñadores, quedará flotando un aroma a hierro y añoranzas... Y dentro de cada jardín rugiente, habrá un fogonero riendo a carcajadas.
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