Hoy María termina el bachillerato. En tres meses se marcha a Madrid para comenzar la universidad. Siempre que la acompañábamos al autobús, Diana y yo seguíamos caminando por la ciudad hasta completar los seis kilómetros. Esta mañana no pudimos, estábamos demasiado emocionados.
Hace doce años la llevé a su primer día de preescolar. Como el colegio quedaba cerca de casa, fue sobre mis hombros. Eso se convirtió en una tradición que mantuvimos por varios cursos, hasta que mi espalda y su pudor nos vencieron. En el trayecto de hoy recapitulamos los mejores momentos de aquella época.
Cuando nos abrazó y se subió al autobús, Diana y yo nos miramos orgullosos. Durante todo el camino de regreso a casa no hablamos de otra cosa. Misión cumplida, dijimos al mismo tiempo. Ese olor tan particular que tienen las mañanas de mayo, después de una larga noche de lluvia, lo abarcaba todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario