29 mayo 2024

Los quiero porque los quiero


Queridos amiguitos, abuelitos y papaítos, jamás voy al muro de nadie a imponer nada. Puedo contar mis amigos (no soy Atahualpa Yupanqui), pero a los pocos que tengo los quiero incondicionalmente. Si algún amigo mío les trae un mal recuerdo o les hizo algo feo en otra vida, perdónenme por seguirlo abrazando. No quisiera tener que borrar comentarios, detesto la censura, pero tampoco veo la necesidad de estar explicando mis filias. El cariño, como muchas otras cosas en la vida,
no tiene explicación. Los quiero porque los quiero.

28 mayo 2024

La mayor de mis niñas cumple 31

Con Ana Rosario en Cudillero, Asturias, el pueblo donde nació
su bisabuela María del Rosario.

La mayor de mis niñas hoy cumple 31 años. Cuando era pequeña me esmeré todo lo que pude para que Ana Rosario creciera sana y libre. Ella ha sabido compensar aquellos esfuerzos haciéndome un padre cada vez más orgulloso de la mujer que resultó ser. También quiero mucho al tipo que se coló en la foto y que la cuida aún mejor que yo. Con ellos he aprendido que no hay mayor alegría en la vejez que ver a nuestros hijos ser felices.

25 mayo 2024

En los 70 de una maestra

Alejandro Aguilar, Marianela Boán, Diana Sarlabous y yo en
un bosque de El Escorial. Mayo de 2024. Foto: Thomas Gault.

Estábamos en medio de una explanada donde en otra época situaron uno de los hoyos de un campo de golf. Rodeados por árboles exóticos y altas cúpulas de ladrillos. Quien nos hubiera visto con aquellos pelos largos y aquellas estrafalarias vestimentas, pensaría que pertenecíamos a otra geografía.
Pero un edificio prefabricado y horroroso que se imponía a nuestras espaldas nos delataba. Estábamos en la Cuba de 1985. No olvido la fecha porque Las Villas acababa de ganar la Serie Selectiva de Béisbol y ese año aparece encerrado en un círculo de felicidad en mi memoria.
La habían invitado a que hablara con nosotros sobre dirección teatral. Sólo fue capaz de decir cosas inteligentes y disruptivas. Mencionó nombres que en aquel país se decían en voz muy baja. Cada frase suya nos invitaba a enterrar la viejo y a tratar de ser siempre novedosos y provocadores.
—Para ser artista —subrayó—, hay que tener deseos de buscarse problemas.
Como estábamos tan acostumbrados a las consignas, aquella frase se convirtió en una de las mías. Aunque nunca más me dio una clase, a partir de aquella tarde se convirtió en una de mis maestras preferidas. Cada vez que entraba al teatro a ver sus obras, salía con nuevas e imprevisibles lecciones.
Años después, ella y Alejandro Aguilar, su otra mitad, se convirtieron en nuestros hermanos. Pero ni siquiera por la cercanía y el cariño nunca he logrado superar ese distanciamiento de respeto y admiración con la que uno mira a sus maestros. Anoche, mientras esperábamos su cumpleaños, se lo iba a decir.
Pero Matamoros, Cachao, Celia Cruz, José Antonio Méndez, Marta Valdés y Van Van no me dejaron. Por eso lo he tenido que poner por escrito. Felicidades 70, Marianela Boán.

14 mayo 2024

Tres sonetos de Renay Chinea

Esta mañana Renay Chinea me llamó por el chat para decirme que había estado husmeando en El Fogonero. Específicamente en la sección donde invité a varios amigos a escribir sobre estaciones de Cuba en las que dejaron recuerdos imborrables.
Le pedí que me enviara un texto dedicado a la estación de Cruces, el punto intermedio entre su casa y la mía, un andén donde él y yo aprendimos a despedirnos, empezando por las novias y acabando por el país. Después de prometerme que lo intentaría, me envió estos sonetos que datan de enero de 2004.
“Cuando vagaba por Madrid sin rumbo y sin papeles —me advirtió—, me entretenía rimando los nombres de las estaciones del Metro”. Le pregunté si podía publicarlos en el blog. “Un guajiro de Cruces —respondió— nunca le pidió permiso a otro para beber de la misma perga”.
 C.V.
 

¡SIENTO, TRES ESTACIONES, POR EL METRO!
 
Por Renay Chinea
                
 
I.
 
Antón Martín y Tirso de Molina.
Serrano. Velázquez. Alonso Cano.
Príncipe de Vergara. San Cipriano.
Guzmán el Bueno. Goya. La Latina.
Manuel Becerra. Marqués de Vadillo.
Gregorio Marañón, Príncipe Pío
Conde de Casals y Rubén Darío
Embajadores, Lavapiés, Pradillo...
Esperanza: Francisco de Quevedo
Plaza de España: Puerta de Toledo...
Noviciado: Pío XII... Callao.
Eugenia de Montijo. Canillejas...
Valdeacederas... García Noblejas.
Estrecho... –el Metro de Madrid -Ascao. 
     
 
II.
 
Alonso Martínez, Tetuán, Urgel
Duque de Pastrana, Batán... Vicálvaro.
Cruz del Rayo, Artilleros, Méndez Alvaro
Julián Besteiro, Sol, Carabanchel.
Pan Bendito: República Argentina.
Buenos Aires... Palos de la Frontera
Colonia Jardín, Campamento, Usera
Manuela Malasaña, Conchaespina.
Arganda del rey, Puerta de Arganda
Valdebernardo, Sainz de Baranda,
Banco de España, Fuencarral, Valleca.
Alfonso XIII. Alto de Extremadura,
Mar de Cristal, Ríos Rosas... Ventura
Rodríguez... –El Metro de Madrid... -Chueca.
 
 
III.
 
Peñagrande. Torrearias, Moncloa.
Puerta del Sur: Vista Alegre, Sevilla
Nueva Numancia: Plaza de Castilla.
San Blas, Oporto... Parque de Lisboa
Delicias... Parque de Santa María
Móstoles, San Lorenzo, Vinateros
Cuatro Vientos, El Bercial, Artilleros
Casa De Campo, Ventas... La Gran Vía.
Colombia, Santo Domingo: Colón.
Avenida de América, Alcorcón,
Cartagena, Cuzco... Alto del Arenal.
Cuatro Caminos: Núñez  de Balboa,
Diego de León, Severo Ochoa...
Opera... –El Metro de Madrid... -¡Canal!

13 mayo 2024

La ventanilla empañada


Mientras pasan los bosques de Concord
por la ventanilla empañada,
justo ahora que abril se pone borroso
al oír nuestras palabras,
me gustaría que pudieras descifrar
en ese sonido que se repite,
a través de todo lo que queda 
de la tarde, el paisaje 
del que tanto te he hablado.
Ni siquiera aquí estoy conforme.
Le pido perdón por eso
a Ralph Waldo y a Henry David.
Lamento no poder tenerlos en cuenta.
Pero estos cedros, pinos y abetos
ahora sólo me recuerdan atejes,
guásimas desoladas
y una sucesión
interminable de bienvestidos.
Guardo silencio para que el paisaje
no se detenga,
trato de no moverme
para que sólo se escuche el tren,
te miro
para olvidar que todo este asombro
se lo debo a una pérdida irreparable.

12 mayo 2024

12 aniversario


Un día como hoy, hace 12 años, Diana Sarlabous Sosa y yo prometimos permanecer juntos hasta que la muerte nos separe. Las contadas veces que no hemos dormido juntos, demostramos cuán en serio nos tomamos aquella promesa. 
No sabemos permanecer en un lugar si el otro no está, ni conseguimos disfrutar un amanecer con el otro lado de la cama vacío. A todos los que fueron testigos de aquel domingo, estén donde estén hoy, les damos las gracias por compartir con nosotros una fecha que celebramos todos los días del mundo. 

09 mayo 2024

¡Misión cumplida!


Hoy María termina el bachillerato. En tres meses se marcha a Madrid para comenzar la universidad. Siempre que la acompañábamos al autobús, Diana y yo seguíamos caminando por la ciudad hasta completar los seis kilómetros. Esta mañana no pudimos, estábamos demasiado emocionados.
Hace doce años la llevé a su primer día de preescolar. Como el colegio quedaba cerca de casa, fue sobre mis hombros. Eso se convirtió en una tradición que mantuvimos por varios cursos, hasta que mi espalda y su pudor nos vencieron. En el trayecto de hoy recapitulamos los mejores momentos de aquella época.
Cuando nos abrazó y se subió al autobús, Diana y yo nos miramos orgullosos. Durante todo el camino de regreso a casa no hablamos de otra cosa. Misión cumplida, dijimos al mismo tiempo. Ese olor tan particular que tienen las mañanas de mayo, después de una larga noche de lluvia, lo abarcaba todo.

03 mayo 2024

La jardinera de Cambridge


Habían advertido una mañana
inusualmente fría
para esta época del año.
Y en efecto,
el Sol
ha estado esquivo,
como sin temiera interrumpir
el discurso 
de una fina y pertinaz llovizna.
Pero ella le hizo caso omiso 
a todas esas señales
y salió a la calle
para seguir sembrando.
Se le ve decidida a defender
su territorio
de las inclemencias.
Golpea la tierra
con una pequeña pala,
cava lo más hondo que puede
y luego escarba
para hacerle lugar
a las raíces de las plantas
que tiene consigo.
Dispone de muy poco espacio,
pero ha logrado que todo
a su alrededor florezca.
Parece estar convencida
de que el futuro de la primavera
al menos en Cambridge, 
depende de ella.

01 mayo 2024

Una caminata por Boston junto a mi tío Rafaelito


Hoy veremos el juego entre los Medias Rojas de Boston y los Gigantes de San Francisco. Nos compramos unas gorras y unos suéteres para la ocasión. He estado en otros estadios de Grandes Ligas, pero es mi primera vez en el Fenway Park. Por fin pondré los pies en las gradas que me devolvieron mi sentido de pertenencia.
En los años 80 del siglo pasado, mi tío Rafaelito me enseñó a ir al estadio. Porque no es lo mismo asistir a un partido de béisbol que ser parte de él, poner todos los sentidos y hasta el alma en función de lo que pasa en el terreno. Eso lo aprendí con Rafael Serralvo.
—¿Quieres ir al estadio? —me preguntaba con su bajísimo tono de voz, tan diferente al de mi expresiva tía Cary Yero.
Nunca le dije que no. Entonces él tenía una gorra de los Dodgers (que le regaló un turista que había estado retratando locomotoras en el patio donde él era jefe) y sólo se la ponía para ir a la pelota. Durante el trayecto por la ancha avenida que conducía desde su casa hasta el 5 de Septiembre, hablaba sin parar de béisbol.
Mencionaba, uno por uno, los nombres de los peloteros que le habían inculcado esa gran pasión por el deporte de las bolas y los strikes. Camilo Pascual era siempre el primer nombre que mencionaba. Siempre finalizaba haciendo una inmersión en las estadísticas de Antonio Muñoz y Pedro José Rodríguez.
—Es una suerte poder verlos —me decía—, aunque el equipo no sirva para nada.
Vimos a Cienfuegos perder por abultados marcadores hasta con la Isla de la Juventud, Las Tunas y Guantánamo, que eran los peores equipos de la época. Pero aun así permanecíamos en el estadio hasta el out 27, porque “a lo mejor a Muñoz y Cheíto les toca batear otra vez”.
Diana y yo hemos quedado en reunirnos en el estadio, por lo que tendré que caminar casi dos millas hasta el Fenway Park. Pero no iré solo. Mi tío Rafaelito irá conmigo. Aprovecharé el recorrido para explicarle cómo acabé convirtiéndome en un fanático de los Medias Rojas.
Todo empezó cuando llegué a Santo Domingo, una ciudad donde decretaban un toque de queda cada vez que Pedro Martínez picheaba. Luego le detallaré lo que pasó en 2004. Boston perdía la serie con los Yankees cero a tres y acabó ganando. Gracias, sobre todo, a un inmortal dominicano: David Ortiz, el Big Papi.
—¿Quieres ir al estadio? —le pregunto, ya vestido para la ocasión, a la ventana desde la que se ve parte de la ciudad—. Es una suerte poder verlos, aunque ya no estén Pedro, David y Manny.
Salgo a caminar, me ciño bien la gorra de los Medias Rojas. Lo miro junto a mí y sonrío.

Las gaviotas del río Charles


Giran sobre el espejo de agua

como si no les hiciera falta

dar con la salida al mar.

Pasan sobre las cabezas

de los que reman

contra la corriente.

Despejan la niebla

que estuvo esparciendo

la llovizna

durante la noche.

Algunas rozan

la piel del río,

otras se elevan

para gritar

desde lo más alto.

Se dejan llevar

por el cauce

de una ciudad

que ejecuta

cada movimiento

como si se tratara

de una danza.

Ya los que reman

vuelven,

alentados

por una embarcación

que los sigue

a distancia.

Las gaviotas

pasan otra vez

sobre sus cabezas

y también

se dan la vuelta.

Definitivamente,

el mar

no parece importarles.

Nada las sacará

de su rutina,

ni siquiera la noticia

de que Paul Auster

ha muerto.