"¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?",
CALDERÓN DE LA BARCA
La dictadura de Cuba siempre se las ingenia para sorprendernos, para mal o para peor. Ayer, sin embargo, recibimos de ella una buena noticia. El general Alberto López-Calleja, el hombre que más mandaba en la isla, había decidido alegrarle el viernes a millones de cubanos.
La prensa oficial del régimen, de la que uno sospecha por defecto, asegura que murió de un ataque cardiorespiratorio. Meses atrás, Juan Juan Almeida había puesto a rodar la bola de que padecía de cáncer. No pocos, en las redes sociales, se han preguntado si se trata de un asesinato.
Todo es posible en un país que se divorció de la verdad hace más de 60 años. Lo único cierto es que la continuidad se ha visto interrumpida de pronto por una sucesión de puntos suspensivos y signos de interrogación. ¿Quién heredará el trono en esa estructura mafiosa que (des)gobierna en Cuba?
¿A manos de quién irá a parar el capital que manejaba (y acumulaba) López-Calleja a su antojo y sin tener que darle explicaciones a nadie? ¿Es esta una oportunidad única para que los cubanos se liberen de la familia que los tienen en el oprobio sumidos?
Cada vez me cuesta más trabajo asimilar algún tipo de esperanza cuando de Cuba se trata. Por eso ayer me limité a servirme un doble del mejor ron y a pedirle a María Teresa Vera que me ayudara a cantar: “no lo llores, no lo llores, que fue el gran bandolero, enterrador no lo llores”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario