Resulta curioso que hoy,
cuando todo
o casi todo se sabe
o puede averiguarse,
nadie sea capaz
de decir
a ciencia cierta
de dónde venimos,
qué somos,
quiénes fueron
nuestros antepasados,
qué hacemos aquí,
tan lejos de aquel terraplén,
del humo de las cañas,
del silencio del patio
y del olor de los sofritos
donde deberíamos residir.
Resulta angustioso,
amor mío,
que me vea obligado
a explicarte
el país donde nacimos
a aquellos pocos meses
que nos separaban.
Cincuenta y dos años después
todavía tengo que repetirte
el nombre de los ríos,
explicarte los llanos
y las lomas,
decirte lo que era real
y lo que acabamos inventando.
Aún no puedo explicarme
qué hacemos aquí,
en medio
de esta noche
tan lejana.
Alumbrados por luces
que no podrán reflejarse
en las dos
cuchillas Gillette
con las que doña Elia
cortó el pasado y logró
subirlos al tren nocturno
que los trajo hasta aquí.
Resulta extraño que ahora,
cuando te acercas
y logras
que en la pantalla
se vea
con nitidez
el camino
y los árboles,
no me encuentres.
Te juro
que estaba ahí.
Esas sombras
me cubrieron la espalda,
esa luz
acabó denunciándome.
Los mapas mienten,
ahora
que no me encuentro
en ellos
puedo asegurártelo.
Resulta curioso que hoy
tenga que admitirlo,
justo cuando todo
o casi todo
se sabe
o puede averiguarse.
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