15 junio 2021

La penda del Mello


El Mello Rodríguez es un hombre de montaña. Como Bárnabo, el personaje de Dino Buzzati, ni siquiera reconoce la existencia del llano. Siempre que puedo, me paso un rato conversando con él. Aunque es de poquísimas palabras, cada cosa que dice tiene una gran sabiduría adentro.
La manera en la que hemos reforestado la Loma de Thoreau le debe mucho al conocimiento que tiene el Mello del monte dominicano. Si decir casi nada, me va señalando matas y con un gesto dice si son valiosas o si es mejor eliminarlas. Él sabe que a Diana y a mí nos gustan mucho las pendas.
La Citharexylum fruticosum es un arbusto que alcanza hasta 8 metros de altura. El tronco de los adultos es de una belleza única, parece hecho de tiras de tela. Como florece durante todo el año y su fruto es el preferido de muchas aves, al amanecer y en las tardes sus ramas se convierten en un auténtico aviario.
Hace semanas que Diana y yo buscamos una para sembrarla debajo de una de la ventana de la nueva habitación. Queríamos que fuera lo más grande posible y solo encontrábamos posturas pequeñas. Hoy el Mello se apareció con una de más de dos metros. “Esa diuna vé va a tapai la ventana”, me dijo.
Cuando se iba me dijo que sabe dónde hay otra, que antes del fin de semana nos la trae. Entonces su motocicleta, una destartalada Honda 70, se perdió en la neblina. Igual que Bárnabo, el Mello está rodeado de montañas que, inmóviles y solitarias, permanecen sumergidas en las nubes.

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