20 agosto 2019

Tener y no tener

Fernando Echevarría en el aeropuerto de Miami (foto: CiberCuba) 

Celia Cruz, la mujer más universal que ha parido Cuba (el mundo entero asumió como suyo el grito de “¡Azúcar!”), se murió si poder volver a su país. Manifestaba su rechazo a la dictadura de Fidel Castro y eso fue suficiente para que ni siquiera le permitieran reunirse en privado con los suyos. Celia era cubana y el derecho que tenía como tal le fue violado una y otra vez. 
Fernando Echevarría, la voz más engolada que ha parido Cuba (se le recordará por su obsesión de seguir proyectando en la televisión y el cine como si aún estuviera haciendo teatro en un potrero del Escambray) ya no se va a morir sin conocer Estados Unidos. 
A pesar de ser la cara de la propaganda del régimen contra una de las leyes de ese país, le permitieron viajar a Miami. Echevarría, que es ciudadano cubano, ahora tendrá la oportunidad de experimentar qué se siente cuando una nación extranjera te devuelve la libertad de la que tu país te priva. Esa es la diferencia entre una dictadura y un estado de derechos. 
Celia resistió las humillaciones de Cuba y de Fidel Castro. Nunca hizo ni una concesión. Su madre murió en Pinar del Río sin que ella pudiera darle un beso. Fernando se traición a sí mismo, no pudo resistir la tentación de tomarse un Bustelo, amargo y fuerte, en el Versailles. 
Esa es la diferencia entre tener vergüenza y no tenerla.


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