09 agosto 2019

Mi sacrificio

La ONU ha hecho una dramática advertencia: para combatir la crisis climática, la humanidad tiene que hacer un urgente cambio en su modelo alimentario. Según expertos, la producción de carne vacuna y el derroche de alimentos son responsables del 10% de todos los gases de efecto invernadero que se producen.
En otras palabras: debemos reducir drásticamente el consumo de carne y leche vacuna, optando por dietas más equilibradas basadas en alimentos de origen vegetal como cereales, legumbres, frutas y verduras. Estoy dispuesto a sacrificarme…, solo que de manera retroactiva.
Durante toda la década de los 90 del siglo pasado, llevé un estilo de vida tan austero como el de la Orden de los Cartujos, célebre por su sencillez, su moderación y su tenaz resistencia a la ostentación, la pompa y el lujo. No estaba solo, once millones de cubanos me acompañaban.
La desaparición de la Unión Soviética supuso también el desmoronamiento de la utopía que el dictador Fidel Castro construía en Cuba. Tras la firma del Tratado de Belavezha, el 8 de diciembre de 1991, dejaron de llegar los barcos con banderas rojas y comenzó eso que denominaron con un cruel eufemismo: Periodo Especial.
Los ancianos se marchitaron en cuestión de semanas, las embarazadas perdieron los dientes, los niños dejaron de crecer y una epidemia de neuritis óptica y polineuropatía periférica carencial invadió todo el territorio nacional. Desde entonces, el hombre nuevo empezó a comportarse como un zombi.
Todavía arrastro traumas de esa época. A menudo Diana me llama la atención por la cantidad de embutidos, quesos, conservas, leches, jabones y pasta dental que acumulo. Es por todo eso que, aunque suscribo el llamado de la ONU, pido que se tome en cuenta mi pasado de abstinencia.
Cada vez que me vean frente a un barbacue, recuerden la década que me mantuve pedaleando con el estómago vacío.

1 comentario:

Alf Olsen dijo...

Me uno al sacrificio retroactivo!!