13 abril 2019

Martí fija el rumbo

Hace 19 años que vivo en República Dominicana. Entre Santo Domingo y una loma con vistas al valle de Jarabacoa, se han ido volando mis 6.708 días en esta media isla. Me cuesta creer que ya he estado aquí más tiempo que en el Paradero de Camarones y casi el doble que en La Habana. 
En todos estos años, nunca me he separado de los Diarios de campaña de José Martí. Por esos apuntes llegué al Cibao y conocí a su gente incluso antes de verlo en persona. Infinidad de veces me ha sorprendido el amanecer entre Santiago y La Vega. Cada vez que eso ocurre, la descripción de Martí se impone a la mía.
Entre el 14 de febrero y el 17 de mayo de 1895, mientras convocaba cubanos, preparaba una guerra y se incorporaba a la acción en la manigua, José Martí escribió lo que para Guillermo Cabrera Infante (y para mí, por supuesto) es “su obra maestra absoluta”. 
Esas casi 100 páginas de pequeños y apresurados apuntes contienen la mejor obra literaria escrita en Cuba en el siglo XIX. En una sola línea escrita el 9 de abril, “Lola, jolongo, llorando en el balcón. Nos embarcamos”, comienza la literatura cubana del XX.
Cuando Diana Sarlabous y yo alquilamos el primer espacio que compartimos, colgué un fragmento de los Diarios en la pared. Corresponde al 10 de abril. Como estamos por esos días, lo compartí ayer en Facebook:
“Salimos del Cabo —Amanecemos en Inagua. —Izan el bote. Salimos a las 11. Pasamos rozando a Maisí y vemos la farola. Yo en el puente. A las 7 ½, oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo proa.”
“Es una secuencia cinematográfica, a puro plano cortado”, escribió José M. Fernández Pequeño en un comentario. ¿Son los Diarios, también, nuestro primer guión de cine?, me pregunté al leerlo. Ha empezado a amanecer en el Cibao. Miro el valle y acabo en una línea de Martí: “y era un bien de alma, suave y profundo, aquella claridad”.
Una vez más, la descripción de Martí se impone a la mía, fija el rumbo.

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