Las
canciones de Andrés Calamaro nos han acompañado desde la primera noche. Nos
conocimos mientras yo leía un texto donde El Salmón canta “Estadio Azteca”. Luego le
dimos la vuelta a Cuba en un carro alquilado en el que sonaban Alta suciedad, Honestidad brutal,
El regreso y —sobre todo— La lengua
popular.
Cada
viaje de ida o vuelta a la Loma de Thoreau ha tenido a Bohemio, Jamón del medio, Pura sangre y Volumen 11 como banda sonora. Muchas veces, cuando torcemos por el
Camino de La Lomita —que es la parte final del trayecto— pongo “La libertad”:
Creo que todos buscamos lo mismo,
no sabemos muy bien qué es ni dónde
está,
oímos hablar de la hermana más
hermosa
que se busca y no se puede encontrar.
La conocen los que la perdieron,
los que la vieron de cerca irse muy
lejos
y los que la volvieron a encontrar,
la conocen los presos…
La libertad.
El
próximo 12 de mayo, Diana Sarlabous y yo cumpliremos 5 años de esa felicidad
compartida que ha sido encontrarnos, amarnos y casarnos. En honor a todo lo que
han hecho por nosotros sus canciones, nuestro regalo de aniversario será un
concierto de Calamaro.
Mi
único deseo es poder envejecer junto a ella y, hasta el día en que me lleve a
la cañada dentro de una lata de café Bustelo, “siempre seguir la misma
dirección, la difícil, la que hace el salmón”.
1 comentario:
Hermoso.Que sean muy felices.
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