Don Mon orgulloso del tamaño que ya tiene el ateje. |
A los pocos días de habernos comprado un puñado
de tierra en la Cordillera Central, comenzamos a reforestarlo con
árboles endémicos o nativos, frutales y otros que tuvieran algún un significado
para nosotros; como el sauce mexicano, que siempre aparece en los recuerdos que
tiene Diana de su infancia.
Nuestra idea es que ese pequeñísimo bosque sea la
huella más duradera que dejemos en el país que nos acogió y donde fue posible
nuestro encuentro. Por eso buscamos la ayuda de Julien Dalbin, un biólogo
francés que vive enamorado de la flora de este país y de Laura Acosta Lora, una
entrañable dominicana que es como un flor silvestre.
Fue Julien quien nos hizo una lista de los
árboles dominicanos cuyos frutos atraían más a las aves. Gracias a él sembramos
dos maras y dos pendas que ahora están preciosas. Entre esos cuatro árboles,
pusimos otros dos cuyo nombre extraviamos. Sabíamos que si estaban allí era por
algo, pero no lográbamos identificarlos.
En apenas unos meses las posturas crecieron hasta
doblar, noblemente, la estatura de Don Mon, el campesino cibaeño que nos cuida
el terrenito. Como soy obsesivo compulsivo con esas cosas, no paré hasta pedir
ayuda en el Jardín Botánico Nacional. Fue allí donde resolvieron el misterio.
Se trata de dos Cordia Collococca, que en República Dominicana se llama muñeco
y en Cuba, ateje.
En una de las cercas del potrero de Felo López,
la que bordeaba la faja de la línea del ramal Cumanayagua, había muchísimas
matas de ateje. Allí anidaron los tomeguines y entonaron su canto la mayoría de
los sinsontes de mi infancia. ¡Esa fue la razón por la que las sembramos!
Resuelto el misterio, ahora solo queremos que
florezcan y den frutos. Cuando aniden cerca de ellos las cigüitas de hierba (que así
se llaman los tomeguines aquí) y el ruiseñor se acostumbre a cantar desde su
altura, nuestros atejes habrán cumplido su cometido. Que ellos sigan ahí cuando
nosotros no estemos, será nuestra manera de agradecer todo lo que le debemos a
esta tierra.
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