09 febrero 2016

Un poema dedicado a Pedro José Vega (1952 - 2016)

El sábado 17 de abril de 2004, Rafael Emilio Yunén, Pedro José -Pilito- Vega, José -Chiqui- Sánchez, Juan Miguel Pérez y yo hicimos un viaje a Montecristi. Nuestra intención era, además de disfrutar de los secretos naturales y culinarios del lugar, celebrar el cumpleaños de Pilito. Ese día llovió sin parar, algo muy raro en una ciudad sitiada por un bosque seco. Supongo que fueron la lluvia y el Brugal Extra Viejo quienes me conminaron a escribir este poemita, que luego publiqué en el libro Afuera (Betania, 2007). Cuando se lo enseñé a Pilito, cerró los ojos y soltó una de sus silentes carcajadas: "Es la primera vez que me dedican un poema —me dijo—, pero no parece tuyo sino de Malcolm Lowry".

Pedro José -Pilito- Vega, La India Canela (intérprete cibaeña de merengue típico)
y yo, durante una de las tertulias que el Centro León le dedicó, en 2006, a la exposición
QUE ME QUITEN LO PINTAO. Los códigos visuales del merengue.
MONTECRISTI

Sobre la arena, sobre el viento desnudo del norte,
cae una lluvia finísima y luego un aluvión.
La montaña inconcebible celebra el cumpleaños
de un hombre que se ha quedado sin edad.
El agua imposible y el individuo sin tiempo
se miran frente a frente,
sólo el mar es testigo de su diálogo.

Todo está dispuesto sobre la arena.
Un hombre, la lluvia, el mar
y un día cualquiera de Montecristi.
Puede ya el olvido cargar con todo,
puede ya el olvido dejarle limpio el camino
a esa sequía que se anuncia indomable.

En Montecristi acaba de escampar.

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