Hoy volví al punto donde dejé unos
pinos abandonados.
Mario y yo los fuimos a buscar a
Manabao,
una mañana de marzo en que la tierra
quemada
le ofrecía una tenaz resistencia a la
neblina.
Los fui plantando en los espacios
que la última luz del sábado marcaba en
el suelo.
El día que me despedí de aquel lugar no
quise mirarlos.
Subí mis cosas al Jeep y regresé al
otro extremo de la isla.
En silencio, iba repitiendo las
estrofas
de las canciones que suelo poner cuando
quiero olvidar algo.
Hoy volví al punto donde dejé unos
pinos abandonados.
El tamaño de su sombra
me sirvió para medir las dimensiones de mi
acierto.
Justo ahora,
que hemos acorralado a la lluvia de
febrero
con la claridad de nuestros afanes,
reencontrarme con esos árboles
es una prueba más
de que siempre estuve en lo cierto,
de que valió la pena emborracharme
hasta encontrar el valor para decir lo que dije
y besarte.
1 comentario:
JOYA!!!!!
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