Por
ahí se fueron los mejores años de nuestras vidas.
Allá
abajo están las sábanas límpidas
del
hotel Trotcha,
donde
José Martí durmió con La Habana
sin
que ella supiera su verdadero nombre.
Por
ahí, hasta lo más profundo,
se
hundieron las banderas de papel
que
empuñamos
en
las fiestas patrias
y en
los actos donde sacamos a relucir
lo
peor de cada uno de nosotros.
Indiferentes,
como monedas de escaso valor,
rodaron
sortijas,
medallas,
perlas,
diamantes
y
las estrellas del cielo
que
Cuba tuvo en sus días de gloria.
Poco
a poco la ciudad se fue desangrando
por
esa hendidura en su piel.
Así
fue que perdimos
libros,
candelabros,
vajillas,
manteles,
retratos
de familia,
cartas
de amor
y el
desasosiego que siempre deja
en
este lugar
la
caída de la tarde.
En
verdad quedaron muy pocas cosas
sobre
la superficie.
Pero
no hay otra alternativa.
Con
ellas tenemos que empezar a levantar
el
pasado,
todo
ese tiempo perdido
que
nos llevará de regreso
al
país que se nos fue por la alcantarilla.
4 comentarios:
Me gustaría decirle al tipo ese que no tiene razón. Vaya, que está equivocao y hasta él es una equivocao. Meterle una discusión de esas de las que formábamos en Santo Domingo. Encojonarme y decirle que se vaya a la mierda, que no sabe lo que está diciendo. Pero no se puede. Tiene razón, y lo peor es que duele.
ME GUSTAN MUCHO TUS POST PERO TU POESIA ME GUSTA MAS PORQUE ERES UN MEJOR CAMILO CUANDO ERES POETA.
Me han gustado michísimo los poemas y la historia de la caja de saltines y Pinocho. Gracias por enviarlos.
Wow! Siento que ese poema nos los arrancaste a cada uno de nosotros desde el alma hasta la piel.
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