(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)
María tiene 6 años y le tocó hacer de pastorcita en una obra de
teatro. Se trataba de una representación del nacimiento de Jesús en el patio de
su colegio. Cuando su abuela se enteró de tamaña responsabilidad, fue a una
mercería a comprar cada cosa que se necesitaba para el vestuario.
Trabajaron sin parar durante toda la noche. Con la ayuda de otra
abuela, cosieron el traje y los accesorios. Terminaron exhaustas, pero felices.
Habían construido, con sus propias manos, eso que luego la niña recordaría como
uno de los momentos más inolvidables de su infancia.
Pero al día siguiente María regresó llorando del colegio. Sus
amiguitas se habían pasado el día burlándose de ella. Era la única que no llevaba
un “traje comprado”. Ataviadas como sultanas, princesas y hasta geishas, no
pararon de criticar la sencillez de la indumentaria producida por las ancianas.
Una vez que concluyó la obra, la directora del colegio reflexionó
al respecto. Le recordó a todos el verdadero sentido del acto. Lástima que
muchos no la oyeron, estaban entretenidos en filmar a sus hijos como si
desfilaran por una pasarela.
Casa de Teatro realiza todos los años una cena donde los mozos son
artistas, personalidades y amigos de Freddy Ginebra. Los que nos disfrazamos de
camareros ese día, apoyamos de manera incondicional los sueños, las locuras y
hasta los delirios de Freddy.
Como se trata de recabar fondos para ayudar a los que más lo
necesitan, el banquete suele ser los menos importante. En una de las mesas que
me tocó atender se quejaron de eso. No entendían que no hubiera bebidas
importadas, tampoco que la cerveza no fuera de su marca preferida.
Tratamos de explicárselo en dominicano, en cubano y en colombiano,
pero no entendieron ninguno de los tres idiomas. A regañadientes, aceptaron los
cocteles que les ofrecimos. Cada vez que nos acercábamos a ellos, nos hacían
saber que estaban muy incómodos.
Cuando ya la fiesta se acercaba a su final, aparecieron los niños
de la Escuelita Rayo de Sol. Venían disfrazados de ángeles y abrazaron a Freddy
para darle las gracias. Todo lo que se había recaudado esa noche era para la
Fundación que los acoge.
Los niños provienen de los barrios más vulnerables de Santo
Domingo y, por su condición, no pueden articular palabras. Pero repartieron
abrazos y besos mesa por mesa. Las luces y la niebla lograban un raro efecto en
sus alas de cartón: a veces parecían batir.
Todavía conmovido volví a la mesa de los “disgustados” para ver si
necesitaban algo. Todos estaban llorando. No solo se disculparon, también me
pidieron que me sentara a compartir un trago. Brindamos por la solidaridad en
estado puro, sin echarle ni siquiera hielo.
En esta época se pone de moda aquel “Cuento de Navidad” que
escribió Charles Dickens en 1843. La historia del avaro Ebenezer Scrooge no
pierde vigencia ni deja de compungirnos. Pero ya el problema no está en
celebrarla, sino en lo que se entiende por su espíritu.
Los centros comerciales y las revistas del corazón han pervertido
esta época a tal extremo, que se va convirtiendo en una simulación tras otra. Lo
que en un principio fue una lección de austeridad y humanismo, se ha trocado en
un carnaval de las ostentaciones.
No hay que ser religioso para creer en pequeños ángeles con alas
de cartón. No hace falta saber ningún idioma para entender la mudez de sus
abrazos. Esos son los verdaderos milagros de la Navidad. Lo otro es vulgar
apariencia, descarado derroche.
5 comentarios:
Hermosa historia cuando la lei en ESTILOS se me hizo un nudo en la garganta eres un ser muy espiritual y elevado, Camilo. Bendiciones para ti y los que tienen el placer de conocerte y disfrutar de tus afectos.
HOLA! Yo también soy colaboradora de Estilos casi fundadora y esperaba conocerte en el encuentro de Navidad con don Adriano porque te felicito por tu columna y es que escribir al lado de Tio Freddy es un reto y usted lo asumió con un estilo muy diferente y valiente que me causa admiracion,, te doy las gracias por compartir tu ser.
Los milagros existen: Camilo Venegas escribiendo de la Navidad. ¿Qué te han hecho, Venegas?
muy bueno, Venegas, como todo lo que escribes. Saludos, Luis Felipe.
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