El pasado 6 de enero, Juan Carlos Roque me invitó a
participar en el programa El baúl de los juguetes, de Radio Nederland. Allá, en los estudios de Hilversum, había otra
invitada. Gabby Prats es una niña cubana de 10 años que vive en Barcelona.
Durante 30 minutos, Gabby y yo contamos nuestras respectivas vivencias en el
Día de Reyes.
Yo supe de que ese día existía por una “extraña” canción de
Pablo Milanés. Gabby, en cambio, lo recuerda desde que tiene uso de razón. Los
nombres de Gaspar, Melchor y Baltasar me los aprendí cuando descubrí una caja
escondida debajo del andén. Estaba llena de bolas de cristal, animales de
corral y unos barbudos que montaban a camello. Para Gabby son viejos conocidos.
Nunca busqué juguetes debajo de la cama o en el arbolito de
Navidad (algo que descubrí en México en 1996), para mí esa fiesta ocurría en
julio y después de un bombo donde se sorteaba la suerte de todos los niños de
mi pueblo. Mientras Gabby hacía un inventario de todo lo que le trajeron los Reyes,
yo trataba de recordar aquella nostalgia básica, no básica y dirigida, que
siempre ocurría una vez al año.
Este año Gabby le pidió a los Reyes un ordenador con
internet, para poder navegar por los juegos que mejor juega y que más le
gustan. A mí nunca se me ocurrió nada más allá de un tren que diera vueltas en
círculos, sin querer llegar a ninguna parte. Gracias a Juan Carlos Roque
recordé mi ambulancia de la Segunda Guerra Mundial y un camión de volteo que
cargaba rocas enormes.
Todo ocurría en la primera semana de julio. Mi abuela
Atlántida se ponía sus zapatos ortopédicos (para poder soportar un día entero
de pie). Yo, me contentaba con pegar la nariz a la única vidriera. Era demasiado
feliz. Durante los próximos 365 días tendría tres juguetes hechos en Taiwan (por
esas fechas Fidel se había peleado con Mao) para que el Paradero de Camarones
no pareciera tan aburrido y silencioso en los intervalos en que no estaban
pasando los trenes.
3 comentarios:
Sí, de eso mismo hablé en el más reciente post de mi Parque del Ajedrez:
http://parquedelajedrez.blogspot.com/
Varias personas, incluida mi pareja, me hicieron notar el carácter consumista y profundamente desigual de esa celebración. Les respondí con la canción de Sabina: No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió... Si nos lo hubieran permitido, tal vez ahora lo cuestionara como al 14 de febrero o el día de las madres, o el de la mujer... pero...
Algo interesante: la imagen que acompaña el post está basada en un mural que se encuentra en Union Staton (la estación central de ferrocarriles) de Kansas City, la ciudad donde vivo. El mural representa las 12 compañías de ferrocarril que prestaban servicio hasta y desde esta estación. :)
Mi familia siempre habló del "verdadero Día de los Reyes" como contrapartida al "falso." Mi madre incluso le prohibió a mis hermanas que le llamaran así al Día de los Juguetes, como ella lo bautizó. Sin embargo, nunca celebramos el verdadero, no hasta que nos fuimos.
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