Fue mi embarcación durante casi un lustro. Con ella hice
travesías tan memorables como las de Jacques Cousteau. Aunque nuestros mares
fueron siempre las rutas dominicanas, logramos rebasar muchos límites. Como
aquella tarde en que subimos, junto a mi hija Ana Rosario, hasta las pirámides que
coronan uno de los extremos de la Cordillera.
—¿Y cómo eso llegó hasta aquí? —preguntó alguien con desconcierto.
En su tablero conserva una cicatriz, se la dejaron los
vidrios rotos de un sábado en la noche. La alfombra del lado del chofer tiene los
hoyos de tacones lejanos. En sus bocinas las canciones de Andrés Calamaro se
oyen de manera voluntaria, sin que nadie haga nada para que suenen.
En una de las escenas más inolvidables de Piratas del Caribe, Jack Sparrow mira al
horizonte con nostalgia filibustera. “Es la segunda vez que veo a ese hombre
partir con mi barco”, dice compungido. Ya no sé cuántas veces he visto a
Alejandro Aguilar alejándose al timón de Perla Negra.
A diferencia de Jack, que siempre pierde su nave a manos enemigas, yo puedo respirar con alivio. El nuevo dueño de mi antigua embarcación,
además de ser mi hermano, ha prometido cuidarla con el mismo celo que yo lo
hacía. Es lo mejor que nos puede pasar a
todos. A mí, a él y a los recuerdos que dejé encerrados allá adentro.
Solo le pedí que no baje nunca los vidrios. No quiero que se
salga ese perfume que aún no sé cómo se llama, pero que no olvidaré nunca.
1 comentario:
Aun los piratas del Caribe tienen sensibilidad y buen tacto. He tratado de alejarme cada vez aprovechando el instante en que no estás mirando. Sé que te duele dejar a Perla Negra aunque sea en las manos de este hermano agradecido. Sabes que seguirá surcando los mares revueltos de las vías dominicanas con igual gallardía. Y que estará esperándolos al regreso, luego de 14 años que alguna gente llaman "días". Ya se les extrañó desde anoche. No imagino lo que serán las dos próximas semanas. Naveguen bien y con buen viento. Aquí va "sendo" abrazo de ambos para los dos.
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