En un punto de la costa de Miami, frente a la bahía de Biscayne,
está la Ermita de la Caridad. El pequeño santuario es visitado a diario por
cientos de exiliados cubanos. A cualquier hora se puede oír allí ese tajante
acento que llevan consigo los nacidos en Alto Songo, Camagüey, Jatibonico,
Manicaragua o Isabel Rubio.
Cubanos de cualquier parte son convocados por una mujer
vestida de amarillo a la que llaman de muchas maneras. Unos le dicen Caridad,
otros Cachita y no pocos Ochún. La mayoría se aproxima a ella a través de
oraciones. Pero algunos prefieren un diálogo más directo. Estos últimos la
tratan de tú y llegan a ponerle condiciones a cada una de sus súplicas.
Al fondo de la Ermita hay un muro, está después de un césped
y aislados cocoteros. Justo allí hay un extenso cartel. Le explica a los
visitantes las reglas a seguir con relación al mar. Advierte que está prohibido
bañarse, pescar o lanzar cenizas humanas.
Pero la advertencia no ha sido suficiente. Muchos seres
queridos se han vertido allí con la esperanza de que alcancen la Corriente
del Golfo. Hasta 1959 el más grande cementerio cubano estaba en La Habana.
Ahora queda en el Estrecho de la Florida.
En ese cementerio marino yacen los que nunca llegaron y
muchos de los que no pudieron volver. Desde su Ermita, la Virgen que llegó a
principios de 1961 parece despedirlos. A ella no le importan los lugares de
procedencia. Da lo mismo que sean de Alto Songo, Camagüey, Jatibonico,
Manicaragua o Isabel Rubio.
4 comentarios:
¡Conmovedor texto!
¡Gracias, Camilito! Es lo mejor del día...ya lo copié en mi muro, con tu permiso.
Exelente texto, porta.
Poeta, quise decir.
Un saludo.
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