En septiembre de 1979, una larga columna de más de 300
estudiantes comenzó a desfilar por el largo trillo de El Nicho. Yo era uno de
ellos. Nos habían llevado en un barco a través del lago Hanabanilla. Desembarcamos
en el punto donde el río deja de ser navegable. Cuando llegamos a la escuela
todo estaba sin estrenar.
Eran largas naves de madera encajadas en una explanada artificial,
hecha de cortes en las montañas: tres filas de aulas, un comedor, tres
albergues de hembras y tres de varones, una biblioteca y una planta eléctrica.
La escuela era provisional, pero duró hasta hace poco. En sus ruinas aún
funciona una primaria.
El asta de la bandera y la picota de los discursos están
intactas. El busto de Martí fue reemplazado por una cabeza de plástico que resplandece
cuando le da el sol. Mi aula ya perdió las ventanas y el techo. Los albergues
ahora huelen a podrido, como si los fantasmas de todos nosotros se hubieran
empezado a corromper. Las canchas de deportes se derrumbaron. La montaña quiso
recuperar su antiguo talud.
En voz baja, ayudado por algunos tragos de ron (hay pocas cosas
más efectivas para enfrentar el frío del Escambray) comencé a decir los nombres
que me venían a la cabeza: El Chiqui, Tania, Yayo, Rita, El Negro, Miriam, Javie,
María, Aldo, Loli, Osley, Diego… Ya todos pasamos de los 40 años, pero para mí
siguen siendo aquellos muchachos que llegamos a
El Nicho desfilando por un trillo.
El domingo pasado el
poeta Álex Fleites me preguntó cuál era mi saldo de aquella experiencia.
Primero le conté las cosas más terribles que vivimos allí. Los desayunos de
agua con azúcar caliente, el interior helado de los cafetales, los aullidos de
los perros jíbaros, el polvo, los aguaceros, el lodo… Luego le respondí que si
volviera a tener 11 años y me dieran a elegir, me iría de nuevo con la columna
de más de 300 estudiantes.
6 comentarios:
Amigo, yo también guardo tantos recuerdos gratos de este hermoso lugar, viva esa primera adolescencia y que perdure la belleza del Hanabanilla.
¡Excelente!
Mi amigo camilo soy un fiel seguidor de tu blog y tus comentarios este me toca muy de cerca por que fui unos de tus profesores en aquella epoca y vivi toda esa experiecia buenas y malas en aquellos lugares intrincados del escambray..saludo..y que continues escribiendo esas anecdotas.
Camilo, me has hecho llorar, cuantos recuerdos, cuanta nostalgia,cuanta alegria, que recuerdos, es como si estuviera alli de nuevo, gracias, de corazon hermano.
empinago, asi de simple
“No es más feliz quien más tiene, sino el que ama lo que tiene”. La verdad más grande.
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