Era poco más de la una de la tarde. A esa hora, en ese
andén, debía estar el tren mixto que recorría los ramales entre Mataguá, Cumanayagua
y Santo Domingo. Pero estamos en el 2011 y la estación de Cruces es un lugar fuera
del alcance de los relojes, allí no se mueven ni las hojas de los árboles.
No podría decir cuántos recuerdos de mi infancia sucedieron
en el tren mixto (llevaba vagones de carga y de pasajeros, de ahí su nombre). En
él íbamos a casa de mis primos, en San Juan de los Yeras. En él también se iba
mi padre, colgando de un estribo,
haciendo murumacas para que yo me riera.
Frente a la estación de Cruces hay un prado. Cuando yo era
chiquito me parecía inmenso, casi interminable. Pero luego, cuando conocí el de
Cienfuegos y el de La Habana, se fue empequeñeciendo hasta convertirse en una
calle municipal con ciertas ínfulas.
Esta vez el problema no fueron las dimensiones sino las
ruinas. Algunos de los edificios más emblemáticos ya no existen, otros están a
punto de desplomarse. Afortunadamente, los portales han resistido y aún se
puede caminar a través de ellos por cuadras y cuadras.
Al pasar por el parque, giré en la misma dirección que lo
hacíamos los varones los sábados en la noche. Eso era todo lo que quería volver
a ver de Cruces. Ya no me quedaba ni una excusa para seguir demorándome. Cinco
kilómetros más adelante me esperaba el Paradero de Camarones.
Sus olores ya se habían adelantado. El humo de la basura que
arde en el fondo de los patios, la hierba recién cortada en las alcantarillas,
el alquitrán de las viejas traviesas que ahora sirven de postes... La frontera
de la región a la que pertenezco también es transparente.
3 comentarios:
Ya, en el próximo llegamos al Paradero de Camarones
POR FAVOR YA NO NOS HAGAS ESPERAR MAS!!!!!!!! PARADERO DE CAMARONES??????
NOTA: Es como estar leyendo uno de tus libros solo que por capitulos.
besos
JR
Mi querido Cruces.
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