En 1977, cuando las seis provincias cubanas fueron picadas en catorce pedazos, la geografía del béisbol también cambió. Aunque a partir de ese momento mi equipo debería ser Cienfuegos, mi corazón se quedó con Villa Clara, que era el heredero legítimo de los míticos Azucareros.
Mi abuelo Aurelio y mi tío Rafelito, en cambio, volvieron a ser cienfuegueros con fundamentalismo. Para ellos aquel uniforme verde significaba el regreso del equipo que siempre defendieron con orgullo, desde los tiempos en que solo había tres equipos más: Habana, Marianao y Almendares.
Mi tío Rafelito nunca se perdía el doble juego de los domingos en el 5 de Septiembre. Lo acompañé muchísimas veces. Aunque aquel Cienfuegos no era un equipo ganador, uno se daba el lujo de ver en el terrero a Antonio Muñoz, Pedro José Rodríguez, Héctor Olivera y Sixto Hernández.
Cuando esos cuatros ases del béisbol cubano se retiraron, mi tío Rafelito no se rindió. Pero cada vez que llegaba al 5 de Septiembre, miraba con nostalgia en dirección a las cercas donde Muñoz y Cheíto escribieron su leyenda. “¿Cuándo volveremos a tener un jonronero de clase?”, preguntaba en voz alta, para que cualquiera de los que estaban a su alrededor tratara de responderle.
Cienfuegos ya no solo tiene al mejor jonronero de Cuba, sino que también es el equipo más ganador de la presente Serie Nacional. Parecería que los Elefantes se están preparando para lo que viene. Porque sea como sea la pelota cubana en el futuro, la existencia del Cienfuegos debería ser innegociable.
Hoy leí una entrevista a José Dariel Abreu, quien actualmente es el líder en jonrones, impulsadas, average ofensivo y slugging. Pito nació en el central Mal Tiempo, a unos pocos kilómetros de mi Paradero de Camarones. Me hizo feliz repasar sus hazañas, por eso no pude evitar el recuerdo de mi tío Rafelito.
Su fantasma debe de estar feliz, allí, donde a él más le gustaba, justo enfrente de la almohadilla de tercera.
1 comentario:
guaaa!! me encanta el blog, siempre encuentro poemas preciosos
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