22 mayo 2009

Las ruinas inmóviles

Cuba fue el séptimo país en el mundo y el primero de iberoamérica que tuvo ferrocarril. El 19 de noviembre de 1837, a las ocho de la mañana en punto y debajo de un torrencial aguacero, los habaneros se estrenaron en el arte de decir adiós desde los andenes, despidiendo a los 70 pasajeros que hicieron el viaje inaugural hasta Bejucal y San Felipe. El segundo viaje partió ese mismo día a las dos de la tarde. Dicen que aún estaba cayendo un diluvio.
Hoy, 172 años después, por Línea Sur apenas circula un tren interdiario. El tramo más viejo de los Ferrocarrilles de Cuba, como el resto de los ramales, padece de una depauperación que muchos creen irrecuperable. A mediados de la década del 70, en la inauguración de uno de los tramos del nuevo trazado de la Línea Central, Fidel Castro prometió trenes de alta velocidad y un desarrollo indetenible de la red ferroviaria cubana.
Esa promesa, como casi todas las que hizo el Comandante en Jefe, fue incumplida. Recientemente el Ministro de Transporte admitió que los Ferrocarriles de Cuba estaban a punto de colapsar y que la gran mayoría de las vías actuales no permitían velocidades superiores a la del viaje inaugural: 15 km/h. La única solución viable parece tenerla Eusebio Leal, el celebérrimo historiador de La Habana.
De un tiempo a esta parte, algunos de los espacios que han dejado vacíos los edificios al derrumbarse, han sido “rellenados” con viejas locomotoras de vapor. Máquinas descontinuadas para un país que no se mueve. No puede haber una metáfora más eficaz. Nada resume mejor ese viaje hacia atrás que ha hecho Cuba en los últimos 50 años. La próxima estación queda en el siglo XVIII.

2 comentarios:

Maritza Díaz Cepero dijo...

NUEVAMENTE EL FINAL...ESPECTACULAR.JA,JA,JA.TRISE PERO REAL.

Yanoli Espinosa Otero dijo...

eres increible!