La Estación Central de La Habana mereció la portada de la revista Bohemia del 8 de diciembre de 1912. “La inauguración resultó en sí un acto solemne, al que prestaron brillo nuestras primeras autoridades, entre ellas el Ilmo. señor Obispo quien bendijo el local y las líneas”, dice el primer párrafo de la crónica.
Luego, se burla de la campaña mediática que desató el canje de los terrenos de la antigua estación de Villanueva por los del Arsenal y le reclama a la prensa que de cuenta de nuevos “chivos”, siempre y cuando otro trozo de la capital se revalore y se convierta “en un barrio hermoso y rico”.
En el momento de su construcción, en la Estación Central de los ferrocarriles cubanos confluían las líneas de las principales compañías del país y era la más moderna y activa del continente. “La Habana cuenta con un nuevo edificio, propio de una gran ciudad. Alegrémonos, y esperemos que otros la hagan digna del nombre de que disfruta en el mundo”, concluía el reportaje.
96 años después de su inauguración, la Estación Central luce un edificio exageradamente grande e innecesario. Su Salón de Espera es ridículamente amplio para la cantidad de pasajeros que se embarcan y sus líneas demasiadas para los trenes que llegan o parten.
La Estación Central, la puerta por donde casi todos los guajiros entremos a La Habana, ahora es un sitio donde los recuerdos tienen más espacio que los viajeros. El edificio, como la ciudad misma, se ha convertido en un lugar perfecto para perder el tiempo o esperar algo, cualquier cosa que no sea un tren.
Luego, se burla de la campaña mediática que desató el canje de los terrenos de la antigua estación de Villanueva por los del Arsenal y le reclama a la prensa que de cuenta de nuevos “chivos”, siempre y cuando otro trozo de la capital se revalore y se convierta “en un barrio hermoso y rico”.
En el momento de su construcción, en la Estación Central de los ferrocarriles cubanos confluían las líneas de las principales compañías del país y era la más moderna y activa del continente. “La Habana cuenta con un nuevo edificio, propio de una gran ciudad. Alegrémonos, y esperemos que otros la hagan digna del nombre de que disfruta en el mundo”, concluía el reportaje.
96 años después de su inauguración, la Estación Central luce un edificio exageradamente grande e innecesario. Su Salón de Espera es ridículamente amplio para la cantidad de pasajeros que se embarcan y sus líneas demasiadas para los trenes que llegan o parten.
La Estación Central, la puerta por donde casi todos los guajiros entremos a La Habana, ahora es un sitio donde los recuerdos tienen más espacio que los viajeros. El edificio, como la ciudad misma, se ha convertido en un lugar perfecto para perder el tiempo o esperar algo, cualquier cosa que no sea un tren.
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