13 septiembre 2007

Las banderas no se comen

A falta de pan, banderas. Las vidrieras cubanas también han sido un arma ideológica. En lugar de maniquíes, se exhiben bustos de mártires y héroes de cuerpo entero. Consignas contra el imperio y exhortaciones de “¡Socialismo o muerte!” han ocupado el lugar de modas y golosinas.
La economía socialista siempre ha tenido muy pocas cosas que mostrar. Frente a tantas improductividad y después de tantos desabastecimientos, los escaparates sobran, los mostradores estorban y las estanterías desentonan.
En el año 70, durante las Zafra de los Diez Millones, en las vidrieras de las glamorosas tiendas de Galiano, se exhibieron cañas. Ahora, con más de la mitad de los centrales azucareros clausurados y con la industria en quiebra, apenas hondean banderas de papel.
"¡Las banderas no se comen, coño!", recuerdo que dijo un borracho de mi pueblo cuando le pusieron una en la mano. Era la víspera del Año Nuevo (que en Cuba se celebra como "un aniversario más de la revolución triunfante") y en su casa no había nada que comer. Nunca se supo si Cundunga se murió de cirrosis o de inanición. De él sólo queda una frase en boca de todos: “¡Qué tiempos aquellos, caballero! ¿Se acuerdan de cuando Cuba reía?”.

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