Un amigo, que siempre está al tanto de los avances de la tecnología, me preguntó si había intentado hacer poesía con inteligencia artificial. "Nunca en mi vida le he usado ni para escribir un email —le respondí—. Creo que eso es otra forma de plagio. Que un programa escriba un verso por ti es de peor gusto que intentar copiar a Borges".
Luego me quedé pensando en el asunto y empecé a sentir una rara vergüenza ajena. Me parece mucho más digno ser un mal poeta con versos propios que uno regular con ajenos. Tener que pedirle a una máquina que se ponga a crear por ti, es reconocer que tienes menos imaginación que Víctor Casaus.
1 comentario:
Es estúpido, Camilo, porque se hace muy obvia la cañona, pero como bien dices, los que no tienen imaginación se empecinan a tenerla aunque sea prestada.
Publicar un comentario