¡Qué dulce debe ser
vivir aquí en Guaracabulla
junto al guajiro que a los trenes viene
con esa ingenua transparencia suya!
Las lomas azuladas en la tarde,
noche que con los astros se encocuya,
mansa quietud del pueblecito aislado.
¡Sueño sin bulla!
Un día sacaré
mi boletín hasta Guaracabulla.
Quiero entrar a vivir el sol tranquilo
Que al crucero del tren tanto me embulla.
¡Ojalá no me digan que en las lomas
o en el palmar donde la brisa arrulla,
no tienen los muchachos una escuela
ni permite un señor que se construya!
¡Ojalá no me encuentre campesinos
trabajando la tierra que no es suya,
logrando su cosecha de sudores
para que venga el amo y se la engulla!
Denunciaré esa paz de ruda cáscara
vista con ojo de furtiva grulla,
romperé la quietud del pueblecito,
en el café se formará la bulla.
Dormiré en el cuartel y al día siguiente
Raúl Ferrer (1945)
*Agradezco a Alfonso Quiñones, querido amigo y poeta, el envío de este poema de Raúl Ferrer que comparto en El Fogonero. Lo acompaño de dos fotos de la estación de Guaracabulla, el pueblo que marca en los mapas el centro exacto de la isla de Cuba. La primera imagen es de 1952 y la segunda de principios de este siglo, poco antes de que se derrumbara.
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