08 abril 2020

Iraola y Wayacón

Frank Iraola.
Cuando me gradué de la Escuela Nacional de Arte (ENA), me enviaron de regreso a mi provincia a cumplir el servicio social. Eran los últimos años de la década del 80 y de la Cuba en la que habíamos crecido. Sigo recordando con mucho cariño a los amigos con los que compartí aquella experiencia.
Tampoco olvido a los que encontré en Cienfuegos a mi llegada. Dos de ellos, Frank Iraola y Wayacón (Julián Espinosa Rebollido), me revelaron una ciudad que yo desconocía: esa que se emborrachaba junto a los muelles, sin la más mínima esperanza y con los alcoholes de la peor calaña.
Iraola, como yo, se había graduado en la ENA, pero nunca quiso abandonar su ciudad. Eso fue reduciendo su enorme talento como pintor hasta dejarlo encerrado en el ámbito municipal. Wayacón, era un artista naíf que había sido descubierto por Samuel Feijóo.
Con aquellos dos pertinaces borrachos (que es algo muy diferente a un alcohólico) conocí muchos puntos de vista y códigos que me eran ajenos. Iraola tenía una gran cultura, pero prefería comportarse como un marginal. Wayacón, como buen discípulo de Feijóo, era un gran observador de las costumbres campesinas.
—¿Tú te has fijado que a las seis de la tarde los guajiros se arrebatan, rascándose las nalgas contra los troncos de las matas, lo postes de la luz, las paredes o lo que encuentren? —Me dijo un día muy serio—. Es que a esa hora los oxiuros bajan a comer.
Nunca se sabía si Wayacón hablaba en serio, en broma o deliraba. Al tratar de traducir sus estados de ánimo, Iraola creaba una confusión aún mayor. Estar junto a ellos en esos momentos, era andar por un mundo paralelo, que siempre acababa, curiosamente, en un popular verso dominicano.
—Total —recitaban a dúo—, si las palmas son más altas y los puercos comen de ellas.
En el año 90 me fui a vivir a La Habana y nunca más los vi. Pero a menudo me sorprendo repitiendo algunas de sus frases, como aquella con la que Wayacón se defendía cada vez que alguien le advertía de su extrema delgadez: “Todo guajiro que se respete debe tener un buen parásito en la barriga”.

Julián Espinosa Rebollido (Wayacón).

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