Hoy salí a comprar las cosas que se nos están acabando. Llevaba una lista precisa de productos y una orden estricta: no podía llegar a la casa con nada que no estuviera apuntado. Así se protege Diana Sarlabous de mi instinto compulsivo de acaparar, sobre todo en este “periodo especial” que ha provocado la pandemia.
Aunque en la fila en el parqueo del supermercado permanecíamos separados a más de un metro, no pude evitar involucrarme en una conversación. “En Cuba no pasa nada de esto”, dijo una señora de clase media alta, elegante y ataviada con mascarilla, lentes y guante. “En Cuba todo es distinto”, asintió un anciano.
Me presenté. Siempre cordial, pero sin poder ocultar mi soberbia. En resumen, les dije que era cubano y que jamás hubiera querido irme de mi país. “Gracias a República Dominicana soy un hombre libre y digno”, concluí. Detrás de la mascarilla y de los lentes podía distinguirse el rostro estupefacto de la señora.
“Ah, pero los cubanos na má que se jodién”, dijo la señora dejando a un lado la elegancia. “¿Has vuelto a tu país?”, me preguntó el anciano asegurándose antes de guardar la distancia. “En veinte años dos veces”, le respondí. La señora, abrió los ojos para que fundamentara mi respuesta.
“No vuelvo más. Me siento incapacitado”, dije mientras avanzábamos, antes de que una muchacha nos desinfectara el carrito y las manos. He vivido en Cuba solo 12 años más que en República Dominicana. Ya he estado más tiempo en Santo Domingo que en el Paradero de Camarones o La Habana.
La última vez que fui a Cuba, no me entendía ni con la realidad ni con la gente, me sentía un extranjero, incluso en Cienfuegos o en Santa Clara. Cuando llego con Diana a la Loma y respiro el aire de la Cordillera, siento que he llegado a un lugar al que pertenezco.
Cada vez que puedo, desenmascaro la propaganda del régimen cubano, esa descarada demagogia que se basa en el tráfico de mano de obra esclava (ya sean médicos, maestros o profesionales) y en la manipulación más burda. Mi incapacidad me obliga.
Si yo no volvería a vivir en un mundo así, no se lo puedo desear a nadie.
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