ni siquiera una apuesta.
Mientras los dados
caían a mi alrededor,
yo me concentré
en distinguir
a tus ojos
entre todas las luces
de tantos carteles.
Ya en el desierto,
pasé sobre
los cadáveres
que usó Martin Scorsese
para atemorizar
a los espectadores de Casino.
Lloramos en el circo
y brindamos con bourbon
cuando la noche de Nevada
cayó sobre la tarde
que traíamos en las maletas.
Por momentos creí
que era parte
de una vieja película,
pero minutos después
me vi en Venecia,
navegando
en una góndola
imaginaria,
imaginaria,
bajo un cielo falso,
al final
de un día
que jamás existió.
Dar con tus ojos,
entre todas las luces
de tantos carteles,
fue mi mejor jugada.
Por más que caigan
los dados
a mi alrededor,
nunca intentaré tirarlos.
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