17 octubre 2019

El arado de Carlos Ayala

Mi abuelo Aurelio Yero nació en el Paradero de Camarones en 1908. Como jefe de estación, recorrió los confines de mi antigua provincia (Las Villas) hasta que, en 1968, hizo realidad su sueño de volver a casa. Gracias a su antigüedad, consiguió que lo nombraran en la estación de su pueblo natal.
Junto a la vivienda, construida por ingleses en 1914, había un triángulo de tierra baldía. Lo conformaban las conexiones de la línea de Cienfuegos a Santa Clara con el ramal Cumanayagua. El mismo día que se mudó comenzó a limpiar toda la maleza que había crecido en nueve años (no se chapeaba desde 1959).
Con viejos travesaños y alambre de púas lo cercó todo. A partir de ese momento, la tierra baldía empezó a llamarse El Potrero. Rodeado de trenes por todas partes, Aurelio mantuvo en ese espacio tres vacas con sus terneros y sembrados de arroz, maíz, frijoles, quimbombó, boniato, yuca, calabaza… 
Desde muy pequeño me encantaba irme con él para El Potrero. Arreglar las cercas y echarles cañas a las vacas eran mis tareas preferidas. Pero mis días preferidos eran cuando le pedía los bueyes a Felo López y, después de enyugarlos, salíamos en dirección a la casa de Carlos Ayala a buscar uno de sus arados.
Hace unos días le pregunté a su hijo Yankiel por aquellos implementos. “Dice mi papá que en aquellos tiempos el tenía varios tipos de arados —me respondió—. Ya sólo le queda el No. 1, que tu abuelo llevaba para surcar frijoles y arroz. El No. 2 era para boniato y malanga, el No. 3 para romper tierra”.
Borges decía que cualquier destino consta de un solo momento: en el que el hombre sabe para siempre quién es. Cuando recibí el mensaje y las fotos que me envió Yankiel, Diana y yo estábamos en el piso 14 de un hotel en Hyde Park. Tras los cristales, se veía una tarde de lluvia sobre toda la ciudad. 
Entonces comprobé que el recuerdo de un aguacero en el potrero de mi abuelo, mientras le veía arar, me emocionaba más que ver llover sobre Londres. El arado de Carlos Ayala es el único sobreviviente del mundo que Aurelio sembró para nuestra subsistencia. Él me explica quién soy.

1 comentario:

salva33125 dijo...

Recuerdo otros bueyes, otros arados, en mi última estancia un pariente, que habita la tierra que fue de mi abuelo solo tiene sembrado hierbas, no tiene vacas, ni chivas... pero tiene hierba en aquellas tierras siempre sembradas o listas para ello. Acompañaba también a mi abuelo en esa faena,para llamar a los bueyes, aquello de " coge el surco Ojinegro " Gracias por esta y otras.