A punta de trompeta, abandonado a su suerte,
ha decidido sacar al frío de esta ciudad.
Tiene espacio suficiente,
le han dejado la calle para él solo.
Por eso toca como si nadie lo escuchara.
Su cabeza sigue al piano,
luego al bajo y,
finalmente,
al súbito redoble de la batería.
Rodeado por el silencio absoluto
de una banda inexistente,
sopla sobre la mañana helada.
Toca como si el frío realmente
supiera lo que él quiere.
Abandonado a su suerte,
a punta de trompeta,
feliz de que la neblina y la lluvia
le dejaran la calle para él solo.
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